Era uno de los sitios turísticos más emblemáticos. Pero se acabó. Desde finales del mes de julio, el hotel Copacabana ha dejado de ser una explotación hotelera para convertirse en un prehospital de venezolanos. El acuerdo entre Venezuela y Cuba consiste en que Cuba proporciona médicos para las zonas rurales venezolanas y servicios hospitalarios para venezolanos urbanos. A cambio, Chaves paga con petróleo el favor sanitario.
Dentro de ese acuerdo, el Copacabana se ha convertido en el hotel que alberga a los venezolanos que van a ser operados en los hospitales cubanos. Abandona de esta manera su explotación comercial. Y a la dictadura le importa poco, porque tras el acuerdo con Venezuela y los estrechos lazos con China, la inversión extranjera se ha convertido no sólo en innecesaria, sino en un enemigo a batir.
Por eso el régimen castrista ha decidido no prorrogar las licencias que había otorgado a empresas españolas. La práctica habitual anterior era prorrogar. Pero ahora las cosas han cambiado. El capital extranjero es sospechoso de enemigo de la revolución e incluso la iniciativa privada cubana se observa con recelo. También el Gobierno está eliminando las prórrogas de las licencias de los paladares, los pequeños restaurantes locales. Los restos de la iniciativa privada. Una seria amenaza para el espíritu de la revolución.