Mejor no pregunten de dónde se va a sacar ese dinero, porque no es difícil averiguarlo, pero, en cualquier caso, las declaraciones de la política francesa revelan la macedonia mental que anida en los organismos internacionales.
La crisis financiera es la consecuencia de una burbuja financiera. No falta dinero en el mundo, sobra, especialmente desde que el dinero se convirtió en el fin de la economía, de los economistas y de todo el mundo, cuando no es sino un medio de pago.
El problema es que el dinero no está donde debe estar, es decir, en la economía real; está en los mercados financieros y en quien lo crea: la especulación imperante en esos mercados. Y está, también, por supuesto en los bancos centrales. Como el FMI que no deja de ser un prestamista de última instancia. Y hasta estoy dispuesto a reconocer que, en ocasiones, lo urgente debe privar sobre lo importante, es decir, hay que lanzar más liquidez al mercado para solventar un agobio coyuntural.
Ahora bien, como norma habitual y general lo que el mundo está pidiendo a gritos es que se drene liquidez, no lo contrario. Porque el dinero nuevo no hace otra cosa que afianzar la economía financista, aquella que no busca satisfacer necesidades sino acumular fondos.
Con el dinero ocurre lo mismo que con las leyes: sólo el estrictamente necesario.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com