Tenemos una clase política majadera pero extraordinariamente divertida, como corresponde a un país divertido llamado España. Quizás un poco majadero, sí, pero muy divertido.

Sesión del Congreso para aprobar la ley de abdicación de Juan Carlos I, previo a la proclamación de su hijo, Felipe VI, como rey.

Mi favorito es Alfred Bosch (en la imagen), el independentista catalán más divertido de ERC. Bosch entra en trance cada vez que evoca la República catalana. Nos ha explicado Alfred que sus hijos le reprochan que no seamos soberanos para decidir si queremos un rey o un presidente de la República. Aunque él no quiere la III República sino la república catalana (aquí les he sorprendido, seguro). Pero, hombre, hay muchos cargos que no son de libre elección. Por ejemplo, el de padre de los hijos de don Alfred Bosch, ni quienes son tus profesores, ni tus tutores, ni el juez que te juzga, ni tan siquiera al árbitro que debe pitar en los Barça-Madrid (esta elección es muy importante). Por no votar, ni tan siquiera se votan las decisiones del señor Bosch y señora Bosch, que son los que mandan en el hogar de los Bosch. Las monarquías son tan poco electivas como la autoridad en Can Bosch. Y lo que es peor, que yo sepa Alfred Bosch no ha abdicado en su propia casa en su condición de padre y esposo, lo cual, querido amigo, me parece extraordinariamente antidemocrático. Referéndum en Can Bosch, please.

El problema del republicano Bosch es que piensa que, en una monarquía parlamentaria, el Rey manda. No hombre no, Alfred, el Rey es un poder moderador, y los que mandan son los tres poderes del Estado: Gobierno, Parlamento y jueces.

Rosa Díez pide neutralidad ideológica a la monarquía. Pero el Rey debe ser imparcial ante los partidos, no ante los principios

Pero para el portavoz de ERC sólo con la república, con la república catalana, llegaremos a la "fraternidad". El único problema es que la fraternidad no es posible sin paternidad, y respecto a los padres somos poco soberanos, la verdad: nos los impone la sangre, como en la monarquía.

Bosch reclama la república catalana. Lo cual está muy bien: seguramente IKEA renovará su campaña sobre la "república independiente de mi casa". El diputado Bosch es el más divertido de todos.

Luego vino el diputado Cuadra, de la cosa proetarra. Su discurso fue breve, lo cual es de agradecer, y finalizó ondeando una ikurriña por la Euskal República, que a esa sí que me apunto yo con entusiasmo, vaya que sí.

Se llama Cuadra, pero no debemos sacar conclusiones precipitadas, especialmente cuando le oí mencionar a los reyes en estos términos: "No queremos ni al padre ni el hijo ni el espíritu de Franco que anida en los dos". Eso es una de las irreverencias más sutiles que he escuchado nunca. Seguramente se lo ha pensado mucho, como se pensó la acusación a la pérfida monarquía que "ha privatizado las condiciones laborales". No hombre no, míster Cuadra, que eso no se puede privatizar: las condiciones laborales las marca el Gobierno y el Parlamento, que son instituciones tirando a públicas.

Pero lo que me ha encantado es la conclusión final: España es una cárcel de pueblos -lo cual en el caso de los asesinos etarras es una regocijante verdad- que hace negocios con las satrapías misóginas y reaccionarias del Golfo Pérsico. Y esto es bello e instructivo: demuestra que los proetarras son también feministas. Para que luego digan.

Los nacionalistas moderados, CIU y PNV, a lo suyo: hasta Duran Lleida, un decepcionante intelectual cogido en su propia trampa separatista en la que no cree.

La jacobina Rosa Díez apoyará a Felipe VI por esa especie lucidez política y de macedonia mental que inventaron los jacobinos en la Revolución francesa, que en el siglo XXI ya podemos calificar como ilustración homicida. Habló Rosa Díez de la necesaria "neutralidad ideológica del Rey". Pero no hay nada más sectario que la neutralidad ideológica. No hay ideología más peligrosa que la ausencia de ideología. El Rey debe ser imparcial ante los partidos, pero no ante los principios.

Joan Baldoví, del grupo mixto, realizó un análisis sociológico profundo. Según él, los más jóvenes de 56 años no pudimos votar la Constitución, porque se votaba "a los 21 años". Hombre no, se votaba a los 18, y los nacidos desde 1960 votamos el 6 de diciembre de 1978. No se votaba a los 21 años, sino a los 18.

Pero lo peor es el discurso de los dos grandes partidos, gracias a los cuales Felipe VI podrá ser coronado Rey (bueno, proclamado). Rajoy y Rubalcaba lanzaron el mismo argumento que en poco defiende a la democracia o a la monarquía: hay que cumplir la ley. No, hombre no, las leyes se cumplen pero también se cambian y toda nueva ley supone un incumplimiento de la anterior. Si defienden el sistema monárquico que lo hagan por sí mismos y en nombre de la Historia. El líder socialista se quedó en la monserga del PSOE republicano, pero nos sentimos a gusto con la monarquía. ¿Y eso cómo se come

Al final, Juan Carlos I va a conseguir que su hijo no sea el Rey de la derecha. Falta el Senado y luego, jueves 19, la proclamación del nuevo Rey. Y el nuevo Rey sigue siendo una incógnita. O se convierte en un referente moral para el pueblo español o la Infanta Leonor, en breve Princesa de Asturias, lo tendrá difícil para acceder al Trono.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com