Es comprensible que cuando a uno le ningunean en su propio partido, necesite llamar la atención. Zapatero lleva ninguneando al presidente del Partido Socialista de Madrid, PSM porque no confía en él. ZP es un tipo muy práctico y sólo soporta los vencedores y Gómez lleva la derrota pintada en el rostro, a lo mejor porque es un tipo más honesto que Zapatero. Fíjense si será más honesto que don Tomás cifra en 237 millones el dinero que recibe la Iglesia mientras los ministros de Zapatero, por ejemplo el que lo fuera del ramo de relaciones con la Iglesia, el ex titular de justicia, Juan Fernando López Aguilar (¿Por qué mientes, Juan Fernando?) lo elevaba hasta los 6.000 millones de euros (sic). Metían allí el concierto con centros escolares donde la Iglesia le ahorra dinero al Estado, no al revés- y hasta la escasa ayuda para mantener monumentos artísticos.

Pero esto de tener que estar en el proscenio es tarea ardua. La última: Gómez ha pedido a la Iglesia Católica que renuncie a su asignación tributaria como solidaridad en tiempos de crisis.

Momento insigne éste para recordar lo sabido y lo no tan sabido: marcando la casilla de la Iglesia católica no estás pagando más impuestos (como ocurre en Alemania, donde sí existe un verdadero impuesto religioso, aunque los progres no se hayan enterado y lo conviertan en ejemplo a seguir). Simplemente, un 0,7% de lo que igualmente vas a pagar, decides si va a la Iglesia, a las ONG o se lo queda el Estado.

Lo que es menos sabido, o menos considerado, es que ese 0,7% es el único apartado, de todos tus impuestos sobre la renta y del conjunto de gravámenes con los que nos vapulea el Estado- donde el ciudadano es libre para elegir el destino del dinero que se le quita de su bolsillo. El resto, es un cheque en blanco que se le entrega a Zapatero, o a los barones autonómicos para que hagan con ello lo que les venga en gana.

Así que deberíamos, no sólo aplaudir la asignación tributaria, sino tomarla como modelo y reclamación para avanzar en libertad fiscal, esto es, en poder elegir dónde va parar nuestro dinero. Un panorama excitante, ¿verdad?

Eulogio López

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