Último homenaje del Zapaterismo al guerracivilismo.
Al final el realizador mallorquín Agustí Villaronga se ha convertido en el hombre de moda del año, al menos para la cinematografía estatal, que en la mañana de este viernes le ha concedido el premio nacional de cine, que concede el Ministerio de Cultura, es decir, la ministra del ramo y su compañera de profesión, Ángeles González-Sinde.
Villaronga está acostumbrado a los premios de altura, de nivel, quiero decir, no de talla intelectual. En el 2001 ya había recibido el mismo galardón pero de Cataluña. Sí, el premio nacional de Cataluña. Porque Cataluña lo vale.
Pues bien, desde el sarao del pasado lunes, cuando el jurado no pudo reunirse por una cuestión de "paridad" -parida mayúscula que jamás antes había escuchado- y por tanto hubo que esperar hasta el miércoles para reunir un jurado al 50% entre hombres y mujeres, finalmente todos han salido de dudas. Casi de una duda metódica. El premiado, que lleva al titiritero dentro de sí por razones genéticas, ha visto recompensada, más allá de sus pretensiones, no tanto su carrera, sino de elevar a categoría de película el subproducto Pa negre (Pan negro) que ha cosechado todos los premios posibles. No en vano la historieta rodada en catalán -que estuvo 15 días en cartel- desarrolla una turbia trama homosexual, cuyo resultado final es una peli sórdida, rematada de tópicos 'guerracivilistas' en la que se incluye un deformado retrato de la Iglesia católica. A eso añádanle un tono crudo, áspero y a menudo desagradable. De esta manera, el cristófobo Villaronga remata el curso escolar, apoyado por ZP, que ha sido el gran valedor sobre la memoria histórica y, como ya hizo Xavier Trías, el alcalde de Barcelona, también él aplaude esta película, abriendo otra brecha más en el cine español a cuentas de los muertos en la guerra civil, bueno, por los que perdieron en la contienda, no sea que se me eche encima algún prurito de la RAE.
Nada nuevo bajo el sol.
José Luis Panero
joseluis@hispanidad.com