Es muy cierto que los partidos nacionalistas son, por definición, una plasta. Ahora bien, el presidente extremeño, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, se ha pasado dos pueblos. Uno de los pocos hombres de izquierda que quedan en España solicita que se aplique el sistema alemán puro: un partido que no obtenga el 5% de los votos en unas elecciones no podrá acceder al Parlamento. Aunque se haya quedado en 4,99%. Hasta el momento, ahí está el 'quid' de la cuestión, esta norma se aplica por circunscripciones. En definitiva, consiguiendo el 5% en una sola provincia se introduce uno en la Cámara, dado que el recuento y reparto también es provincial.
En otras palabras, Ibarra expulsaría del Congreso a los nacionalistas catalanes y vascos de un plumazo. Hasta Izquierda Unida tendría problemas, pues apenas superó el 5% en las Generales de 2000.
Naturalmente, los partidos que resultarían beneficiados serían, cómo no, el PP y el PSOE, pues todos los restos sobrantes de los minoritarios castrados, irían a parar a los dos grandes. En suma: el bipartidismo. Naturalmente, para los nacionalistas quedaría el Senado, que es lo suyo.
Lo malo es que, con el sistema alemán, Ibarra no sólo se cargaría a las fuerzas nacionalistas sino a cualquier otra formación. Por ejemplo, se cargaría a los ecologistas o al neonato Partido Familia y Vida. También se cargaría a los tradicionalistas, así como a las formaciones anarquistas, comunistas o fascistas. A todos. La tendencia al bipartidismo, a la bi-empresa (dos grandes empresas controladoras de un sector ya saturado en presunta competencia y dos grandes bancos detentando el poder financiero), e incluso al bi-periodismo (dos periódicos, uno de centro izquierda, otro de centro derecha, los dos de centro, controlando la influencia pública), los dos grandes canales de televisión y las dos grandes emisoras de radio, también es un proceso en marcha. Se trata de cerrar el sistema: los de fuera, que no entren bajo ningún concepto.
Por otra parte, la propuesta de Ibarra (que no va a triunfar) sería un golpe de Estado legal contra la democracia. Precisamente, por lo que todos los antisistemas, cada vez más numerosos, y los que todos los que defienden el actual sistema democrático pero exigen cambios (los que podríamos llamar los reformistas), abogan es por recorrer el camino opuesto al que señala Ibarra: listas abiertas para el Congreso, pieza clave de todo el entramado institucional, y la consiguiente ruptura de la disciplina de voto y de la partitocracia. En Madrid, tras el caso Tamayo, así se prometió. Tanto Simancas como Aguirre hablaron de ofrecer lista semiabiertas (muy poco 'semi', pero en fin), pero, una vez celebradas las elecciones, el asunto ha vuelto a quedar en el olvido.
Por cierto, lo que propone Ibarra es lo que ya se ejecuta en las elecciones autonómicas, especialmente cuando existe una sola circunscripción. Por ejemplo, en Madrid, donde un 4,99% de los votos no sirve para nada.