Los creadores de la comparsa homosexual, han reanudado la barbarie frente al libre albedrío religioso. Año tras año, exhiben una payasada colectiva con la locución de eslóganes procaces, toscos y vejatorios.

Ha tornado esta repugnante tropa. Un día al año, el corazón de la urbe se trueca en señorío robado por una pandilla muy poderosa, cerca de los espectros que toman decisiones políticas y en los forjadores de la opinión pública. Los cristianos, sus imágenes y ministros, se han convertido en el punto de mira.

Cada año, las mofas, las blasfemias, el atropello público de los católicos a lo largo de la insoportable comparsa suben de tono. En la última celebrada, los vilipendios contra el cardenal Antonio María Rouco Varela, presidente de la Conferencia Episcopal, lograron altos niveles de injuria, una clara incitación al desprecio religioso y una embestida a los sentimientos de los católicos.

Son comportamientos, sintetizados como desacato, por los artículos 170 y 525.1 del Código Penal. Por esa razón, se ha acusado, ante la Fiscalía General del Estado, a los generadores de la vejatoria cabalgata.

Además, siempre he afirmado y seguiré reiterándolo, que la blasfemia es el arma de los cobardes.

Clemente Ferrer

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