Los defensores de la vida están en contra del aborto por dos razones básicas: por defender los intereses del ser humano no nacido y para defender a la madre. Las nuevas tecnologías –como el escáner o la ecografía-  permiten comprobar que el aborto no sólo elimina la vida del feto. También hace daño a la mujer.

 

"Las mujeres merecen algo mejor que el aborto". Es la última campaña publicitaria ideada por el grupo Feministas Pro-Vida (Feminists for Life). Cuenta con el infatigable apoyo de Jane Sullivan Roberts, la mujer del presidente del Tribunal Supremo estadounidense, John Roberts. "Creemos que cuando ayudas a la mujer, ayudas al bebé", afirma la presidenta del National Right to Life Committee.

A la causa pro-vida están ayudando los efectos emocionales sobre miles de mujeres que han abortado desde 1973, cuando el aborto fue considerado un derecho por el Tribunal Supremo de Estados Unidos, y el que la madre sea informada correctamente antes de abortar. Ya hay estados que tramitan leyes de consentimiento informado que exigen que la mujer que quiera abortar sea informada de lo que supone e, incluso, se le permita ver ecografías del feto.

La vida se abre paso también en Irlanda. Los tribunales permitieron a una menor embarazada de un bebé anancefálico viajar fuera del país y abortar, puesto que allí está prohibido. Pero la joven, después de conocer los argumentos pro-vida, ha decidido tener el bebé, aunque muera a los pocos días de nacer.

Y asimismo en España. La iniciativa RedMadre –promovida por el Foro Español de la Familia- ha creado redes de apoyo a la mujer embarazada. Alicia Latorre, presidenta de la Federación de Asociaciones Pro-Vida, subraya que la mujer tiene un papel especial. Es ella la que se queda embarazada, la que lleva a su hijo durante nueve meses y hay una unión profunda durante toda la vida. Reconoce que testimonios de mujeres que han seguido adelante con sus hijos a pesar de las dificultades y las de aquellas que abortaron y están arrepentidas, son dos armas poderosas para hacer reflexionar a las abortistas.

Clemente Ferrer Roselló

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