Sr. Director:
Nos echamos las manos a la cabeza ante la larga lista de despropósitos que está ajando nuestra imagen al exterior, destrozando la marca de un país ejemplar con una democracia conseguida por merecimientos propios después del sufrimiento de una amarga dictadura.
La desazón provocada en los últimos tiempos por personajes de dudosa ética infringe un daño a la ciudadanía que será largo de aliviar y que sin duda, hará cambiar la idea que muchos sectores de la sociedad tenían sobre las clases de moralidad y honradez de las que algunos eran profusos defensores.
Y es así, por desgracia el presente nos invade de acciones llevadas a cabo a espaldas de la ley durante décadas y que han destruido muchos de los baluartes sobre los cuales se sustentaban los ideales de los ciudadanos. Corren tiempos en los cuales podremos ver una larga fila de encausados, imputados y condenados por fraude fiscal, malversación de caudales públicos, libertinaje político, estafa, apropiación indebida, robo con engaño, abuso de autoridad y como estos, un sinfín de descréditos a personajes públicos con carácter representativo de alto calado en la vida política y social de nuestro país, que durante decenios se han lucrado de la buena fe de los ciudadanos que ahora ven por los suelos sus ideales concebidos antaño.
Como si de un estreno en una sala de cine de una película con buenas críticas se tratará, los Juzgados y Audiencias se llenarán de personajes de primera línea, con reserva de asiento en un lugar privilegiado, deberán de escuchar las palabras de un magistrado haciéndoles notar la magnitud de su culpa.
Habrá para todos los gustos, castas, sagas, clanes o como cada cual prefiera llamar, la realidad en cualquier caso supera la ficción; la mala praxis de unos se mezcla con el ansia desmedida de otros y la complicidad de familias enteras pasan por identificar a más de una de esas afanadas películas llevadas a la gran pantalla. No es de extrañar que lo que ahora está ocurriendo en nuestro país, sirva de inspiración en un futuro no muy lejano de ser llevado al cine o a una de esas series por capítulos de tanta presencia en nuestros hogares. Los gobiernos volvieron la vista durante demasiado tiempo ante tanta vejación a los derechos de la sociedad y ahora, sufren las consecuencias de tanta desidia.
Que un individuo sea ligero de moral y atienda más sus deseos de poder, al cual se llega por dinero, pasando por encima de todo lo que sea menester, hasta cierto punto aun siendo deleznable, la historia ha demostrado su existencia desde que el ser humano tiene rezón de su existencia. Lo indignante es que tal consideración pase a otras generaciones como base de su identidad, como instrumento de su hegemonía proceda de donde proceda; esa lección de humildad reservada a la gente decente, parece no tener reseña alguna en los libros de enseñanza de esas familias que confunden el poder y el dinero con el respeto ganado como consecuencia de sus actos.
No es necesario dar nombres, ni apellidos, ni siquiera lugares de procedencia de todos los que en la actualidad pasarán a engrosar las filas de los reos; tarde o temprano la verdad resurge y se lleva por delante todo aquello que sea presumible de considerarse ilegal por mucho que se haya intentado tapar durante años. El derecho del ciudadano a saber que va a ocurrir tras esta andanada de malhechores que se han servido de ellos para engordar sus caudales debe ser el principal objetivo de los encargados de administrar justicia y que el peso de la ley caiga sobre los culpables.
Esa es la fórmula a partir de la cual la sociedad española volverá a creer en las instituciones y proyectará sobre aquellos que les resulten más sinceros o cercanos a sus ideologías y formas de ver la vida, toda su esperanza en un futuro prometedor. Es posible que algún día sepamos el porqué de las confesiones en un momento determinado después de tanto tiempo; si estas tienen que ver con cierta carta bajo la manga de los que se oponen a una determinada postura o si tan sólo quieren un perdón en la creencia de que las penas sean inferiores a los pecados. Los hay incluso que una vez inculpados, quieren devolver lo robado y pasar desapercibidos.
Juan Antonio Sánchez Campo