Sr. Director:

Soy un sufrido profesor de Secundaria. En breve entro en el periodo estival. Llego a él con las fuerzas psicológicas al límite. Menos mal que tengo dos meses de vacaciones. Lógicamente por imponderables familiares no podré estar veraneando sin pegar ni sello.

Suelo dedicar a ello como la media nacional, un par de semanas. El resto del tiempo, prepararé clases, leeré libros sobre mi profesión, a veces he dado clases de refuerzo a hijos de amigos, cursos de verano, etc. Cuesta mucho esfuerzo mental preparar bien las clases con los adolescentes. Doy ocho asignaturas distintas.

En cada clase te enfrentas a las siguientes dificultades: a.- Saber transmitir los contenidos. b.- Ambiente del aula adverso. c.- Mala educación de algunos chicos que te intentan hundir. Posteriormente tenemos que dar una valoración del trabajo realizado por cada alumno, al rededor de 150 personas. Los padres reciben las notas y ahí viene otro problema. La culpa es del profesor, "mi hijo es impensable que tenga dificultades de aprendizaje" suelen alegar.

Los profesores valoramos "cómo" han trabajado y al cuánto saben ahora no le damos tanta importancia. Esto es así por ley. Los parámetros para el "cuánto sabe" son variables. Si uno puede profundizar que profundice y el que no, que haga lo normal y si tiene dificultades de aprendizaje que aprenda los objetivos mínimos. Lo que sí queda muy claro es saber el "cómo" estudian los alumnos. En eso es muy difícil equivocarse. Todos los de la clase saben quien trabaja y quien no. La vida siempre se encarga de poner a todos en su sitio. Basta con pensar en su caso personal. Recordará al que se lo sabía todo, al que trabajaba, al que no daba pie con bola,….

Pido pues un poco de comprensión ahora que llega el momento de recibir las notas. Evidentemente puede haber errores pero se pueden subsanar sin entrar en estridencias baratas.

Rafa Dionis

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