En muchas iglesias cuelgan ya carteles con el anuncio de que el 27 de septiembre se beatificará en Madrid a Álvaro del Portillo (en la imagen), el primer sucesor de San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei. Para ellos será una fiesta -ya se están preparando y no es de extrañar-, pero también para el resto de la Iglesia. Porque un nuevo beato o un nuevo santo no es una coña: quiere decir que ha vivido las virtudes de tal modo que se ha convertido en un semblante interesante para el resto. Como decía el santo de Loyola, San Ignacio: "La palabra mueve, el ejemplo arrastra".
Es accidental si ese 'acontecimiento', que lo es sin duda para las gentes del Opus Dei y sus allegados, colapsará o no una ciudad como Madrid, acostumbrada, por cierto, a congestiones circulatorias. Y es posible también que el ambiente de esa celebración no tenga nada que ver, precisamente, con el de otras convocatorias como las de 'rodea el Congreso', en la carrera de San Jerónimo. Eso también es accidental, lo que no quita que se vea, pongamos, de todo: desde señoras con pelo corto, largo o teñido, es igual, con sus niños; señores con camisas de las de antes o de ahora; y jóvenes que, además de dar la tabarra con su guitarra, vistan o no los mismos típicos (y cómodos) vaqueros.
Hay muchos carismas dentro de la Iglesia -eso no puede perturbar la paz espiritual de nadie- y no es cuestión de poner uno por encima de otro. ¿Qué más da El del Opus Dei es que uno puede santificarse y santificar a los demás en el trabajo. Del mismo modo que otros hacen lo propio en la calle, en el interior de un monasterio, en una oficina, en una fábrica, en una parroquia, en las misiones o cooperando con Cáritas o con Pototo el de la moto. Lo importante es el 'conceto', ya me entienden, y que los implicados lo conserven; lo demás son menudencias. Se da otra circunstancia que prueba su buena salud: esa joven institución de la Iglesia no ha llegado todavía a su centenario (fue fundada en 1928) y ya tiene dos personas en los altares y 15 procesos abiertos para eso mismo.
Vamos al personaje. Le he pedido la opinión a un paisano de Logroño, que algo tiene que ver con el Opus Dei -no se lo voy a preguntar al primero que encuentre, como es lógico-, para que me resuma quién es Álvaro del Portillo y me ha dicho lo siguiente: "Era, sencillamente, un hombre afable, cariñoso, profesionalmente brillante… que vivió ¡a la sombra de un santo!, y a pesar de eso -que pesa lo suyo- digno de ser elevado a los altares". No es poco.
La ceremonia será el próximo 27 de septiembre en Valdebebas, muy cerca de las instalaciones de la Ciudad Deportiva del Real Madrid. Hay un portal en el que se explica todo, cómo ir, inscripciones, donativos, voluntarios, noticias.
Mariano Tomás
mariano@hispanidad.com