No aporta soluciones pero ya cuenta con un culpable. Ronald Reagan. No Thomas Jefferson, como ustedes podrían pensar, sino Reagan y su amiga Thatcher. No tenemos soluciones pero tenemos culpables, algo es algo.
A continuación, Caldera ha realizado una síntesis genial del pensamiento económico contemporáneo: el desastre actual se debe a los neos, es decir al malvado neoliberalismo y al pérfido neoconservadurismo.
Caldera ha estado rutilante, demoledor. Sólo Rodríguez Zapatero ha logrado superarle -por algo es el jefe- cuando, sin necesidad de ofender a nadie -es hombre de diálogo-, concluyó que la causa de la crisis es la avaricia. Lo cuales muy cierto, tan cierto como que el problema de África es la miseria y el del Cáucaso el terrorismo. ZP nunca falla, porque practica la tautología. En efecto, puedo prometer y prometo que la causa de la crisis actual es la avaricia. De esta crisis y de todas desde nuestros primeros padres, Adán y Eva. El mensaje que ZP llevará a Washignton es el de Caldera, y lo que no entiendo es porqué no se modifica el orden del día de la Cumbre del sábado. Bastaría con que hablara ZP y con que Obama reconociera que Reagan y Bush son los culpables. Esto no arreglaría gran cosa, pero resultaría una terapia de grupo harto interesante.
Por razones obvias, omito las inconmensurables credenciales de ZP y Caldera para concluir las verdades del barquero: España se ha visto afectado por la crisis creada por Reagan (no se menciona a Bush porque Reagan está criando malvas, mientras que Bush se encontrará presente en la reunión pero el sentido es explícito para todos) igual que a todo el mundo con la peculiaridad de que el paro en España es el mayor de la OCDE, ya rozando el 12%, mientras en Estados Unidos, la tierra de Reagan, están asustados porque, por primera vez, en muchos años, han alcanzado la mitad del paro español. ¿Ven como Reagan y los neocon son los culpables del desastre?
Por cierto, de inmediato, tras conocerse el sesudo estudio de la fundación socialista han surgido los liberales, que han dicho justamente lo contrario que Caldera: el problema no es la ausencia de regulación, sino su exceso.
Lo grave es que todavía no he escuchado una sola idea interesante, ni a liberales ni a socialdemócratas, ni una sola solución para la crisis. Seguimos en la dualidad público-privada, cuando el problema, el de la avaricia, está en la lucha entre lo grande y lo pequeño. La idea-fuerza de la Cumbre la recitó Chesterton hace 100 años, siguiendo a Tomás de Aquino, hace 750: ¿Qué más me da que todas las tierras del condado pertenezcan al Estado o pertenezcan al Duque de Sutherland?. Lo importante es que las tierras estén distribuidas, lo bueno es la propiedad privada de todos, la pequeña propiedad necesaria para llevar una vida digna. El papel de Estado es subsidiario: regular lo menos posible. De hecho, lo único que debe regular el Estado es que el grande no abuse del pequeño, es decir, asegura la libertad y la igualdad de oportunidades de todos. En lo demás, el Estado sobra.
La segunda idea es también muy sencilla. Existe una economía real que es la que produce un bien o un servicio a la comunidad. Y existe una economía financiera que debe estar al servicio de la economía real y no tomar vida propia, porque sólo vende dinero, y el dinero no es un bien, sino el instrumento de intercambio de bienes. En otras palabras, el siglo XX es el siglo de la especulación. Los mercados financieros nacieron para el mercado primario para facilitarle créditos a la economía real, a familias y empresas. El mercado secundario no para apoyar a la economía, sino para proporcionar liquidez -la famosa liquidez- al primario. O sea, para la especulación. Mientras, hasta la década de los ochenta, la partición entre primario y secundario fue del 50/50 -la cosa se mantuvo en límites aceptables- pero luego la especulación se desbocó, y cuando terminó el siglo, el mercado primario significaba en Wall Street un 0,5% del flujo total que movía la bolsa neoyorquina, mientras el secundario, la burbuja, suponía el 99,5%. Una locura.
Si quieren refundar el capitalismo lo que tiene que hacer es reducir los mercados financieros a un tamaño lógico, y a mí sólo se me ocurre el espíritu Tobin: castigar fiscalmente al secundario y premiar al primario, aunque estoy dispuesto a aceptar cualquier otra sugerencia.
Y así se redundará el capitalismo sin necesidad de volver al Estatismo -el Estado es la más peligrosa de las multinacionales, que parece ser la idea de Caldera y ZP-. Una pareja que, por cierto, defiende un socialismo un tanto extraño: que el pueblo financie -a través del Estado, claro está- a los intermediarios financieros. Y esto es muy socialista, claro está, porque lo hacen Caldera y ZP, que son muy socialistas.
Eso sí, lo que está claro es que la culpa la tienen Reagan y Bush. Bueno, los neocon.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com