Todas las religiones persiguen de una u otra forma el mal y en ellas existen fórmulas para el exorcismo.
Lo que le ocurre a la nuestra es que, sedienta de espiritualidad pero embriagada de laicismo beligerante, busca saciar ese deseo de trascendencia en falsos dioses. A veces es un mero juego, otras, una obsesión.
La mayoría se solventa en la consulta de un psiquiatra pero las hay que van más allá y le toca intervenir al exorcista.
Lo de que Madrid tenga ocho exorcistas no pasa de lo anecdótico. Así atiende a sus más de tres millones de fieles, distribuidos, precisamente, en ocho vicarías. Pero lo de que el cardenal alerte del llamativo aumento de casos muestra que hay un problema social de enorme calado, un problema que empieza en la incultura religiosa de cada vez más españoles.
Eso sí, que el Demonio ande rondando no es más que la señal de que sigue peleando contra Cristo o, lo que es lo mismo, que le preocupa esta nuestra sociedad que, no por su proceso de descristianización, ha dejado de ser cristiana.
No tiende el Demonio a molestar a los que ya tiene ganados para su causa.
Domingo Martínez Madrid