Por supuesto que es una opinión y por ello me atrevo a proponerla.
Considero que un político, servidor de la sociedad, cuando acude al Congreso de los Diputados ha de llevar corbata de la misma matera que otros profesionales se ponen una indumentaria que muestra respeto por su profesión y por el cliente al cual sirven, me viene a la cabeza el caso de un peluquero, de un carnicero, del maquinista de RENFE, etc.
Personalmente, y creo que hay muchos que opinan como yo, a un político sin corbata, más si se trata de un ministro, no acabo de darle credibilidad, de igual manera que desconfiaría de un párroco que viste de lagarterana cuando está en su parroquia, o un médico que me reciba en su consulta en bermudas y camisa hawaiana.
A mi entender, el vestido ha de ser considerado, en comparecencia pública, no tanto un uniforme como un signo de respeto a nuestro interlocutor. A pesar de todo y sin pretender entrometerme en un debate tonto de verano como el iniciado por nuestro ministro de Industria, me parece que no constituye ninguna tragedia que Sebastián pase un poco de calor en el hemiciclo si quiere combatir el cambio climático sin menoscabar el decoro al que el cargo le obliga.
Eso sí, no solo llevarlas sino también pagarlas.
Pedro J. Piqueras Ibáñez