La frase de Rodríguez Zapatero en China ha conmocionado a la diplomacia mundial. Hasta ahora, por muchos que fueran los intereses comerciales de un país que cuenta con un mercado paupérrimo, pero de 1.200 millones de habitantes, ningún mandatario de visita en Beijing se había atrevido alabar a China como representante de los derechos humanos. Por lo general, los políticos occidentales han mantenido en China un silencio que alguien calificó como cobarde pero eficaz: no denunciar el maltrato a los derechos humanos en la tiranía más grande del mundo y alabar su apertura económica. Pero, nadie, desde la implantación del Maoísmo, ya va para sesenta años, se había atrevido a introducir a China en el mapa de los derechos humanos.
China sigue controlada con mano de hierro por el partido único, el Partido Comunista, que impone el aborto, no permite tener más de un hijo, no tolera la libertad religiosa ni la libertad de expresión, es el país donde más han proliferado las mafias, especialmente vinculadas a las licencia de importación y el país de donde más huye la población hacia Occidente. Eso sí, cada día hay más libertad económica y más capitalismo.
Zapatero asombra al mundo.