El aniversario del lanzamiento de la primera bomba atómica sobre Hiroshima no ha sido mala fecha para que la Comisión Nacional de la Energía (CNE) apruebe la segregación de activos de Endesa, el troceo de la primera eléctrica española.

Recuerdo cuándo empezó todo este lío, un 5 de septiembre de 2005, con la opa de Gas Natural sobre Endesa. Desde luego, la operación hubiera supuesto dejar en manos españolas a la empresa probablemente más estratégica de todas en el segundo sector más estratégico de todos (la energía, cuya importancia sólo es superada por la del sector informativo). Entonces dijimos en Hispanidad, y lo mantenemos hoy, que la opa de Gas Natural era una buena idea mal realizada. Mal realizada por dos razones: era rácana y, sobre todo, suponía, no hacer más grandes a Gas y a Endesa, sino a Iberdrola, que compraría la tercera parte de su competidora. Al final, lo que ha sucedido es que Endesa se trocea igualmente entre una constructora española, una eléctrica alemana y una compañía pública italiana.

El troceo está de moda. Y ahora, de forma apriorística. Por ejemplo, el Santander de Emilio Botín, el escocés Royal Bank y el belga Fortis se disponen a comprar el holandés ABN para, directamente, trocearlo y quedarse con los despojos, con el botín de Botín (buen nombre para un banquero). Es lo que podríamos llamar, reparto del botín: capitalismo depredador, militarista, botín genuino, prístino. Comprar para trocear y desguazar al competidor. Ya se sabe que todo esto de la libre competencia es una estupidez: nada mejor que un monopolio, mejor, un oligopolio, porque ofrece apariencia de liberalismo, bien controlado por quienes deben controlarlo: el pueblo les llama "los de siempre" y los intelectuales pedantones "el Sistema".

Chesterton decía que si una empresa crecía demasiado lo que había que hacer era freírla a impuestos hasta que se volviera pequeña. Tanta era su obsesión por que el problema siempre estaba en lo grande, fuese público y privado, porque lo grande representa siempre una concentración de poder que merma la libertad individual y el derecho individual a la propiedad privada. En este sentido, se podría decir que la operación ABN o las operaciones del capital-riesgo, comprar una empresa para luego venderla por partes, supone una muy loable cooperación a la supervivencia de lo pequeño.

Por supuesto, no es así. Con la compra del ABN, o con el troceo de Endesa, no se consigue hacer muchos pequeños propietarios de una gran propiedad: lo que se consigue es un puro capitalismo depredador donde los grandes se reparten el botín ajeno y se hacen más grandes, eliminando, de paso, a un competidor.

E insisto: el capitalismo depredador no pretende el monopolio, porque "canta demasiado", lo que busca es el oligopolio. El capitalismo depredador no es monárquico, es aristocrático, es decir, un sistema mucho peor que la monarquía o la democracia. Observen que, disfrazados de democracia, el capitalismo depredador se impone mediante sutiles –o no tan sutiles- binomios de corte ideológico y cultural: progresistas frente a conservadores; de corte político: republicanos frente a demócratas, izquierda frente a derecha, PSOE frente a PP; de tinte económico: capitalismo de Estado frente al capitalismo especulativo de los mercados financieros; o de sesgo mediático: El País frente a El Mundo. Mientras hay un oligopolio de dos, hay apariencia de pluralismo.

¡Valiente engañufla!: al final las dos caras de la moneda ni se distinguen.

 

Eulogio López