Nada más lejos de la justicia que el legalismo y nada más lejos de la verdad que la enumeración de datos sin explicar su significado, eso que tantas veces llamamos rigor y que en periodismo suele recibir el malhadado nombre de ‘objetividad'. O sea, que la objetividad es la máscara de la mentira, y que los poderosos esconden sus vergüenzas bajo la acusación de falta de rigor y bajo la lamentable realidad de que no todo lo que es verdad es demostrable. Es más, la verdad suele ser más mostrable que demostrable, más evidente que empírica. Un ejemplo: cuando yo tenía menos años y daba clases en la Facultad de periodismo -para desgracia de unas cuantas generaciones de profesionales-, siempre ponía el mismo ejemplo: si titulamos "El Santander ganó 100 millones de euros (es un poner)", un 10% más que el año anterior", nos situaremos en la cumbre de la objetividad, que tantos confunden con la verdad, y nadie podrá acusarnos de mentir o de falta de rigor. Si 99 ni 101: 100 millones de euros, oiga usted. Botín se quedará muy contento y alabará la profesionalidad del periodista, y probablemente el editor estará más contento aún, porque no habrá ofendido a Botín, que le otorga publicidad, financiación y fama, a cambio de su neutralidad y alguna flor de vez en cuando. Sólo hay un problema: con ese titular el lector no se entera de nada. Porque esos 100 millones no son ni mucho ni poco, depende; y porque pueden haberse ganado fastidiando al consumidor -es decir, al pueblo-, o a los trabajadores, o, por el contrario, pueden haber sido obtenidos noblemente, con la vista puesta en el bien común, no sólo en el valor añadido para el accionista o para el directivo. Ahora bien, juzgar bajo estos focos la cifra de 100 millones emitida por el Santander como excedente anual, exige que el periodista razone y concluya, es decir, que sea subjetivo, es decir, que realice juicios de valor, que es lo que caracteriza al único ser racional que existe sobre el planeta. Y esta actividad, de pensar indudablemente se presta al error, o a la falta de ecuanimidad, pero representa la única forma de cumplir el objetivo primero y único del periodismo: que el receptor se entere de lo que está ocurriendo. Ese es, precisamente, el lenguaje del nuevo periodismo de Internet, el independiente, el alejado de los grandes grupos editoriales que no es que se lleven bien con el poder: es que son el poder. El periodismo independiente trata de reproducir, no lo que Emilio Botín cuenta en sus ruedas de prensa, parapetado tras un micrófono, sino lo que le cuenta en su despacho a sus directivos o lo que éstos le cuentan a él. Además, el periodismo objetivista no compromete a nadie, y los equipos de imagen del señor Botín -otra vez remodelados estos días- le dirán al plumífero que lo suyo es periodismo de altura, y le invitarán al próximo viaje a Monza para ver en acción a Fernando Alonso. Otros redactores no, otros querrán explicarle al lector lo que saben… y entonces se verán envueltos en líos... no con el Santander, sino con su patrón. En materia de libertades, el enemigo nunca está delante, sino detrás. Conclusión: la objetividad no sólo es mentirosa, sino que, además, es lo que le interesa al poder. No lo duden: hemos llegado a un estado de cosas en que los receptores harían bien en no hacer caso más que a un tipo de periodista: aquel al que desde las instancias más prestigiosas se acusa de subjetivo, falto de rigor, interesado, etc. Puede que el susodicho no tenga siempre la razón, pero siempre tendrá razones. El poder, por contra, sólo tiene imposiciones. Un poner: desde que Juan Luis Cebrián y Pedro J. Ramírez comenzaron a llamarnos "chantajistas" -precisamente ellos, los reyes del chantaje nacional- a los confidenciales de Internet, yo me he empeñado en reivindicar ese nombre. Hispanidad ha dejado de ser un periódico digital: ahora es un confidencial, y no quiere ser otra cosa. El anterior exordio viene a cuento del rifirrafe que en estos momentos mantiene Hispanidad con Cajamadrid. El asunto es éste: el pasado martes 11, Hispanidad Confidencial publicaba la siguiente nota, tras infructuosos intentos de contrastar la información con los portavoces oficiales. Dos días después, nos llega la siguiente nota de rectificación de Cajamadrid. Vamos con ello: 1. Lo que ha pasado en la entidad madrileña, segunda caja de ahorros de España, es lo que ha ocurrido en otras muchas entidades hasta que se declarara la llamada crisis hipotecaria, que apenas cuenta con un mes de vida. Bancos y cajas prestaban, bien a fondos de capital-riesgo, bien a empresas propietarias de fondos de capital-riesgo, que viene a ser lo mismo, dado que el ‘private equity' compra empresas apalancándose ellas -por lo general entre un 20 y un 40%- y apalancando al mismo tiempo a la propia empresa comprada por el 60-80% restante. El capital-riesgo -poco capital y ningún riesgo- no se arriesga mucho, dado que siempre puede trocear la empresa y luego sacarla a bolsa, pero el prestamista sí. Es un negocio con más margen que el préstamo al chaval que quiere comprarse un piso, pero con más riesgo: o te forras o te estrellas. ¿Qué es lo que ha ocurrido? Pues que los tipos han subido, que es lo que más daño puede hacer al C-R, y que las empresas han paralizado sus compras, y con ello han paralizado las ventas. Dice Cajamadrid que no tiene mora alguna del 10% en su cartera. El porcentaje nos lo facilitaron fuentes de la propia Cajamadrid. Todas estas operaciones tienen su raíz en la división de Mercado de Capitales de la entidad, que dirige el muy eficaz y veterano Carlos Stilianopoulos, división protagonista de estos créditos. Y, en efecto, no debíamos emplear la palabra ‘mora': se trata de operaciones a largo plazo, por lo que sólo puede hablarse de estimaciones de pérdidas. Esto es, Cajamadrid opta por decir la verdad, pero no toda la verdad. Para dar pistas: enumero las siguientes operaciones en las que ha participado la Caja, además de las dos a las que aludía Hispanidad. A saber: Bodybell, Panrico, Dinosol Supermercados, Applus, Fadesa (no es el mismo caso, pero también se trata de una operación muy apalancada), Télédifusion de France (TDF), Iglo, Birds Eye, ProSieben, Vivarte, Kion, H.C. Starck y siga usted contando. Hay muchas más. Según nuestras fuentes, la inversión total de Cajamadrid en créditos para estas empresas o para los fondos que las poseen superaba los 2.000 millones de euros.  Entre otras cosas, porque algunas de estas operaciones de obligaciones colateralizadas con deuda o con préstamos (CDO, CLO) se hacen a través de otros titulares, aunque el riesgo sigue correspondiendo a Cajamadrid. La entidad que preside Miguel Blesa ha utilizado para estos menesteres a Morgan Stanley y Barclays Bank, como intermediarios, si desean más información. Más medias verdades. Cajamadrid, y el resto de bancos -por ejemplo, el BBVA es muy dinámico en el mismo sentido- implicados en estos menesteres suelen dar un segundo paso: paquetizan o titulizan dichos créditos al capital-riesgo. ¿Qué es lo que ha ocurrido? Pues que la crisis procedente de las hipotecas norteamericanas ha paralizado la colocación de estos paquetes, lo que provoca muchos gastos. Es decir, que de seguir adelante con ese proceso de paquetización venderá los créditos a pérdidas. Es lo que en Hispanidad llamamos, de forma poco rigurosa, mora estimada, pero, en efecto, puede resultar una mora y unas pérdidas como una catedral. Por ahora, podríamos hablar de pérdida latente. En la jerga financiera: Los chicos de Cajamadrid están ‘pillados'. Hay otra manera de esconder estos créditos de alto riesgo: pasarlo a la cartera de inversión de la entidad y esperar tiempos mejores. A partir de ahí, todo depende de lo que haga el supervisor. El Banco de España puede analizar esta cartera de alto riesgo y considerar que se trata de operaciones sub-estándar, es decir las "subprime' norteamericanas (¿Les suena?). En ese caso, hay que provisionar. O los inspectores pueden considerar algo peor: pueden decir que se trata de créditos dudosos "por razones distintas a la morosidad", lo que significaría, no una provisión del 10, sino del 25%. A partir de ahí, en efecto, se puede seguir defendiendo, como media verdad, que todo marcha perfectamente en la División de Capitales de Cajamadrid. Ahora sí, claro, pues la operación Applus se firmó anteayer, pero la obligación de una prestamista es calibrar el riesgo que se le puede venir encima en un futuro, con un mercado paralizado. De cualquier forma, y como decía una de nuestras fuentes: "¿Qué pinta una caja de ahorros en estos berenjenales?" Son operaciones de alto riesgo, que como ocurre en los mercados financieros del siglo XXI, todos oscilan entre la avaricia y el miedo.    Sólo en una de las informaciones del comunicado de rectificación elaborado que nos remite los responsables de imagen de Cajamadrid, no hay media verdad sino verdad entera: cuando dicen que "junto a otras entidades financieras". En efecto, a este tipo de operaciones especulativas siempre se va con otros, para diluir riesgo. Pero, lo que es más importante: los portavoces de Cajamadrid quieren dejar claro que la mayoría de entidades financieras también son aficionadas a estas prácticas especulativas. Eso es una gran verdad, y, como nos decía otro operador de la mencionada División de Capitales, "os estás cebando con nosotros cuando esto lo hace todo el mundo". Muy cierto, es la crítica que admito con gusto, aunque bien es verdad que el redactor de Hispanidad dejó claro que, a pesar de la importancia de las cifras, la solvencia de la entidad no va a sufrir ningún susto de enjundia. Ahora bien, el comunicado oficial no alude a un "mal de muchos, epidemia", sino que niega el riesgo con subterfugios que, a costa de medias verdades, se convierten en grandes mentiras… ‘quod erat demostrandum'. Eulogio López eulogio@hispanidad.com