Algunas personas observan la realidad en la que vivimos con una visión pesimista y un pronóstico poco alentador.
Este enfoque negativo está muy generalizado y de él participa, por ejemplo, el escritor vallisoletano Jiménez Lozano que, por cierto, posee un gran número de los premios que se conceden en España. Entre los más importantes: Premio Cervantes, Premio Nacional de las Letras y Premio Nacional de la Crítica. Este conocido escritor opina lo siguiente: Estamos en un mal momento, se pisan todos los valores. Se trata mal a todo el mundo. Estamos en un plano muy profundo del Holocausto y las democracias ya pueden abrir los ojos porque están cogiendo tics o manías que son muy sospechosos.
El escritor Jiménez Lozano habla de la cultura y del arte y es interesante lo que opina sobre este último, refiriéndose al llamado arte de vanguardia y remontándose a sus orígenes: Se empezó a despreciar el rostro humano y apareció un mundo de fealdad, de geometría, de burrez, que llega hasta hoy, algo muy preocupante. Quizá muchos coincidan en que da la impresión de que el arte actual es, frecuentemente, incapaz de reproducir la belleza del rostro humano y, en cambio, muestra las bajezas de la conducta.
También, puede resultar chocante comprobar como los medios de comunicación, especialmente la televisión, ofrecen unos espacios de humor, que se puede considerar un aspecto del arte humano, cada vez más corrosivos, soeces y nada amables. Parecen ideados para agredir a otros o mofarse descarnadamente. Si lo que se mostrase fuera el buen humor, un humor de calidad, sería lo que todos desean, lo que se necesita en esta sociedad malhumorada y estresada.
Hace años, un conocido médico endocrinólogo, el Dr. Martín Ramírez, afirmaba que la actitud agresiva y el odio generan estrés y, en cambio, el amor lo elimina, concluyendo que la generosidad es la fórmula infalible para cambiar el estrés por el buen humor.
Algunas personas opinan que, en el ambiente actual, no se encuentran estímulos para un enfoque amable de la vida, para una actitud optimista. A este propósito, viene bien recordar la actitud y opiniones de un gran psiquiatra del siglo XX, Victor Frankl. Fue prisionero en los campos de concentración de Dachau y Auschwitz, y sufrió el exterminio de toda su familia: mujer, padres y hermanos. Este superviviente tenía el don de transmitir su saber, sus profundas convicciones sobre el ser humano y sus capacidades inimaginables. No hablaba de teorías sino de algo bien fundamentado cuando era el prisionero nº 119.104. Años más tarde, de un lugar a otro de la tierra explicaba con sencillez que el ser humano es un ser que decide sobre su vida, es más, que esa es la única y última libertad que nadie podrá arrebatarle: la elección de su actitud personal ante una situación límite.
Victor Frankl afirmaba que las neurosis actuales son típicas del hombre desesperado por su propio vacío existencial, un hombre que llega a dudar que su paso por la tierra tenga algún sentido. Hacía un pronóstico muy serio sobre la sociedad del bienestar, afirmando que hay personas que ganan dinero pero no saben emplearlo ya que les domina el materialismo que anula los valores del espíritu. El ser humano tiene una capacidad sobrehumana en situaciones extremas y, en cambio, puede no ser capaz de aguantar, en la vida cotidiana, un dolor de muelas. El Dr. Frankl decía que, en situaciones extremas, somos conscientes de que la vida tiene un sentido único. Es cuestión de descubrirlo en el día a día. Como dijo un filósofo alemán: cuando hay un por qué para vivir se supera cualquier cómo....
Siempre se puede aprender el buen enfoque de la vida, esforzarse por aprender a vivir con una actitud positiva, optimista, a pesar de todos los pesares. Puede venir bien recordar algunos rasgos de la persona que es, o ha decidido aprender a serlo, optimista: descubrir el lado bueno de las personas, creer en el poder de una sonrisa, hacer un recuento de lo bueno que le sucede cada día, aprender a perdonar a base de frenar sentimientos de furia, odio o egoísmo, apoyarse en la fe como un medio para cumplir su fin en la vida, creer en el cambio y dar la bienvenida a nuevos retos, mirar al futuro, hacer todo lo posible para ahuyentar pensamientos negativos, etc.
Los optimistas convencidos no nacen así, se van moldeando poco a poco, utilizando su inteligencia y su voluntad, sabiendo que los sentimientos han de ser conducidos por estas dos facultades humanas.
Carlota Sedeño Martínez