Pocas veces el cine ha mostrado con tal crudeza la maldad humana. Porque en esta tragedia con ribetes clásicos asistimos a la desintegración de una familia provocada por la bajeza de los vástagos.

Dos hermanos amorales, que pasan graves apuros económicos, deciden, para salir de su situación,  cometer un atraco. El objetivo elegido no puede ser menos adecuado: la joyería que regentan sus padres. Como el menor de ellos (encargado de llevarlo a cabo) no se atreve a hacerlo personalmente contrata a un tercero. Pero algo sale mal en la operación y conduce a  ambos hermanos, dos auténticos perdedores,  a iniciar una bajada a los infiernos

El veterano Sidney Lumet (84 años) ha dirigido este relato fatalista en el que la envidia, los celos y el odio no dejan resquicio a la esperanza. Un excelente guión, plagado de flash-back, nos hace contemplar las secuencias principales  desde diversos puntos de vista. A destacar  el magnífico trabajo del trío protagonista: Philip Seymour Hoffman, Ethan Hawke y Albert Finney, que consiguen dar una gran verosimilitud a los personajes que encarnan. A su lado los personajes femeninos son secundarios por más que a Marisa Tomei le haya tocado interpretar  más de una escena de sexo gratuito.

Para: Los que les gusten los dramas bien contados pero cortantes, secos y con más de una escena desagradable