Sr. Director:
En los últimos tiempos las corrientes pedagógicas más modernas y actualizadas proponen una educación separada por sexos. Esta propuesta viene avalada por estudios que demuestran la diferente evolución y comportamiento entre los chicos y chicas de la misma edad.

También, todos los años por estas fechas, los traumatólogos avisan del excesivo peso que llevan nuestros escolares en las mochilas, debido a la ingente cantidad de material escolar que tienen que transportar diariamente, pudiendo llegar a producir lesiones.

Muchos de los que peinamos canas y algunos que añoran hacerlo tuvimos un sistema educativo ¡ahora lo comprendo! adelantado a su época.

La educación era totalmente diferenciada. El principio que sostenía tan radical separación por sexos era, no por simple menos efectivo: Los niños con los niños, las niñas con las niñas.

En cuanto al material escolar, dependiendo de la edad era diferente, pero siempre el justo y necesario. Los más pequeños llevábamos: una cartilla para aprender a leer, una pequeña pizarra, un pizarrín; que hacía las veces de  tiza, y un trapo atado al marco de la pizarra, que con la ayuda de la saliva, eficazmente expulsada y administrada, hacía las funciones de borrador.

Una vez aprendido y dominado el trazo de las primeras letras se pasaba a escribir, ya con lápiz, en unas escuálidas libretas y en caso de error se borraba con una goma o en su defecto con un poco de miga de pan. Se usaba un único libro, muchos recordarán "El Parvulito"

Superado este nivel la libreta seguía siendo del mismo grosor y el libro de texto: La Enciclopedia de Primer Grado.  El pegamento las más de las veces era ecológico y de fabricación artesanal; se hacía con una mezcla líquida de agua y harina. Un  lujo extraordinario era disponer de una caja de lápices de colores. En la siguiente etapa el material era el mismo, sólo que la enciclopedia era algo más gruesa y se le denominaba de Segundo Grado.

Los más mayores utilizaban la enciclopedia ya de Tercer Grado y al ser más diestros en la escritura hacían ejercicios de caligrafía, teniendo que aumentar su material con plumines, tintero y el imprescindible papel secante.

En todos los casos el escaso y liviano material se transportaba de la casa a la escuela y de la escuela a la casa sin problemas de ningún tipo.

Resumiendo, sin ser consciente de ello, en algunos aspectos, en aquellos remotos tiempos, disfrutamos de una avanzada educación.

P.D. Y la actualmente tan demandada autoridad del maestro nadie la discutía.

Manuel Villena Lázaro

manolovillena@hotmail.com