Al parecer, ni el Opus Dei ni Los Legionarios de Cristo piensan llevar a los tribunales al canal de televisión Tele 5, propiedad del grupo Berlusconi y del consorcio español Vocento -cuyos principales accionistas son las familias Ybarra y Bergareche-, por la emisión del programa TNT, donde se les acusó de todo salvo de matar a Manolete. Así, no es de extrañar que otro de los genios de la telebasura, 24 horas después, prometa un especial sobre la sexualidad de los miembros del Opus Dei. Y esto, la telemierda, no ha hecho más que empezar.
El asunto es muy simple: en la sociedad de la información la aniquilación del adversario llega por la vía de la deslegitimación. En el siglo XXI vales tanto como vale tu honor, tu prestigio, tu consideración social, tu imagen. Veamos tres ejemplos:
1. La era del aborto se abrió con la petición de despenalizar el aborto. Luego se da un paso más, y ya estamos en el aborto libre y gratuito. Pero el último eslabón es el aborto obligatorio. No es tontería: todo el Nuevo Orden internacional se está gestando alrededor de
2. Las parejas gay. En este capítulo la campaña comenzó hace poco más de un lustro exigiendo la equiparación de derechos entre homosexuales y heterosexuales. Luego se exigió que los gays adoptaran niños, y al final lo sospechoso no es salir del armario sino permanecer fuera de él. Es decir, el heterosexual deja de ser normal y pasa a ser sospechoso. Pero aún falta el último escalón: los que reclaman libertad siempre acaban limitando la libertad de los demás, incluso para hablar. Así, una vez que los derechos de los homosexuales se consideran la única legitimidad aceptable, se pasa a la aniquilación del adversario a través de los tribunales. Por ejemplo, llevando al Vaticano a un tribunal internacional, bajo acusación de homofobia.
3. Otro ejemplo. El fundador de Los Legionarios se dedica a la pederastia y el Opus Dei no sólo es una institución reaccionaria, sino una secta que esclaviza a sus miembros. ¡Pobrecitos! Liberémosles. El Opus Dei y Los Legionarios son dos sectas y como tal deben ser perseguidas por las leyes. El siguiente paso es evidente; la propia Iglesia es una secta, dedicada a cosas tan raras y patológicas como el ayuno en Semana Santa y la mortificación física: prohibamos
Uno comprende que reclamar ante los tribunales, en especial en España, donde la administración de la justicia hace realidad la maldición del gitano -¡Tengas juicios y los ganes!!-, no es plato de buen gusto. Sobre todo, porque te ves obligado a pasear tu intimidad a la vista del jurado, quizás para no obtener nada. Todavía se recuerdan las 3.000 denuncias presentadas contra una obra de teatro blasfema que fueron archivadas por un juez de instrucción, porque sí, porque le vino en gana. Pero es necesario.
Porque al laicismo progre, empeñado en aniquilar el Cristianismo por deslegitimación, con casi todo el universo mediático a su disposición, una de dos, o se le para en los tribunales o estamos abocados al enfrentamiento físico, a exigir el respeto a las propias convicciones por la fuerza. O eso, o el aniquilamiento por deslegitimación consentida. Después de todo, cuando Bill Clinton hablaba de que uno de los dos derechos más importantes era el de la libertad religiosa, tenía algo de razón.