Algunos analistas consideran que la base de la profunda crisis que estamos padeciendo está en el deterioro de la institución familiar, pero por supuesto que no todas las familias han sido derribadas por la oleada de egoísmo e infidelidad que ha alimentado la cultura relativista, como se ha demostrado en el reciente Encuentro Mundial de las Familias celebrado en Milán, centrado en el trabajo y la fiesta y que ha presidido Benedicto XVI.
Sin embargo, corresponde a los estados establecer los medios oportunos para que la sociedad avance a partir de la estabilidad familiar. De ahí que sea muy de agradecer que el Gobierno no haya descuidado la atención que merece la familia como institución básica de la sociedad y que haya anunciado un plan integral de apoyo a esta institución básica de la sociedad.
Según la ministra Ana Mato, el plan está destinado a mejorar la fiscalidad, armonizar los horarios laborales con la atención al hogar y, sobre todo, respaldar a las familias numerosas y el derecho a la maternidad que implica la defensa de la vida.
Todo ello después de reconocer algo que otros gobiernos han descuidado intencionadamente: la función social que desempeña la familia que, como ha dicho estos días el Papa en Milán, es la fuerza que transforma el mundo. Sean bienvenidas estas medidas y, por favor, que lleguen.
Enric Barrull Casals