Algún día será posible leer la historia de Sáenz, ese CEO absolutamente genial que dirige al Santander, ese banco ganador cuando este juego haya terminado en opinión del famoso gurú americano Cramer.
Los méritos geniales de Sáenz en Banesto vienen muy bien explicados en las Memorias de Rafael Pérez-Escolar (q.e.p.d.) en sus páginas 400 a 430, en especial la 401 y la 427; allí se narran sus desvelos en la nacionalización de pérdidas bancarias notoria más reciente.
Al parecer, se hizo una estimación del valor de Banesto en menos 220.000 millones de pesetas (unos 1.300 millones de euros) debido a la muy abultada cuantía del agujero que tenía en morosos y fallidos (unos 605.000 M de ptas, es decir, unos 3.600 M, cifra parecida a la de Caja la Mancha de Castilla) que fueron convenientemente dotados en la cuantía suficiente (unos 326.000 M de ptas, o sea unos 2.000 M). Tras una puja legendaria, el Santander se hizo con Banesto y ofreció acciones a los gestores como incentivo para su tarea de recuperación de morosos.
Las recuperaciones fueron a cara de perro como muchos podrían confirmar. Parece probado que, en el caso catalán, Olabarría Delclaux y su grupo fueron objeto de presiones de tipo delictivo.
Pero los resultados fueron geniales ya que, al no haber líneas claras entre lo dotado, lo recuperado y lo no devuelto, el público sólo ha podido hacer conjeturas sobre la súbita recuperación de la salud del Santander (que pudo incorporar al Central y al Hispano sin despeinarse) y una idea aproximada de lo ocurrido por el valor bursátil subsiguiente de los principales actores (Banesto y Santander).
Como el buen fin no justifica los medios ilícitos, Sáenz debe dimitir.
Miren Ayesta