Sr. Director:

Leemos estos días: "Aborto, un debate sin cerrar tras 25 años" (ABC 3/02/08). El aborto  siempre "será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones."(Lc.2 ,34).

La cuestión del aborto ha estallado, en el periodo preelectoral, como fruta de los infiernos del Bosco. Se ha hecho público su oscuro interior. Abiertas las puertas de los centros abortistas, contemplamos la huida  apresurada de seres  de ojos ciegos deslumbrados por la luz de la verdad.  Pero rechazan ser curados, prefiriendo la protección de una oscuridad segura, de puertas blindadas legalmente.

La cuestión del  respeto a la vida de todos es  la piedra angular que legitima la democracia. Si son los votos de la mayoría los que deciden el derecho a la vida y a la dignidad del ser humano, todos estamos amenazados, como lo fueron los esclavos, los negros, los deficientes y los judíos en la reciente historia de la humanidad.

Dos son las preguntas claves  para la consistencia de los Derechos Humanos:

¿El hombre es algo o es alguien? Y si es alguien, ¿desde qué momento y hasta cuándo?

La ciencia biológica afirma la evidencia de vida humana desde la unión de los gametos femeninos y masculinos, y es ésta una certeza universal.

El problema reside en el reconocimiento de la categoría personal a toda vida humana, desde el momento de la concepción hasta su fin natural.  Y esta verdad filosófica no puede verse a través de  un microscopio.

La sentencia del TC español de 1985, aunque reconoce  que el bebé concebido  posee un valor fundamental, la vida humana,  no se atreve a afirmar su  categoría de persona, única e irrepetible con derecho absoluto a vivir pero deja  clara la valoración  del aborto como "delito despenalizado"  en tres supuestos: cuando el "nasciturus" es fruto de una violación,  padece graves malformaciones (aborto eugenésico) o es causa de riesgo para la salud física o psíquica de su madre.

En 1998 en el 50 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, se presentaron tres proyectos de Ley al Congreso de España, por el PSOE, IU, y Grupo Mixto, que de haber prosperado hubiesen transformado la consideración del aborto  de delito despenalizado en derecho de la mujer, y  como  tal derecho, se  realizaría a  cargo de la Seguridad Social con la consiguiente dificultad de ejercer la objeción de conciencia  por parte de los médicos  funcionarios. En aquel momento se realizó una campaña de oración en toda España y el día de la votación un grupo de jóvenes rezaba el Rosario a la puerta del Congreso. Estos proyectos de Ley fueron rechazados  por un solo voto.

Tenazmente, se busca introducir en la Declaración  de los Derechos Humanos los  llamados "nuevos derechos": el derecho al  aborto y a la homosexualidad. Esto sería fácil si la mayoría de los Estados asociados en  las Naciones Unidas lo consideraran como tal derecho.

Y esta es la cuestión que se debatirá   en las próximas  elecciones: Aborto: ¿delito o derecho? No es que los Obispos quieran convertir los delitos en pecados sino de lo que se trata por  parte del Partido en el Gobierno, es convertir un delito despenalizado, el aborto,  en derecho, lo que  ocasionaría   consecuencias incalculables, porque España es el punto de mira de muchas legislaciones hispanoamericanas.

La Encíclica Evangelium Vitae  del Papa Juan Pablo II, el documento de mayor peso magisterial  "sobre el valor y el carácter inviolable de la vida humana"  (25-III- 1995), declara, "...con la autoridad que Cristo confirió a Pedro  y a sus sucesores, en comunión con todos los obispos  del mundo, que el aborto directo, querido como fin o como medio es siempre un desorden moral grave, en cuanto eliminación deliberada de un ser humano inocente. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la  Palabra de Dios escrita; es trasmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal."(Evangelium Vitae nº62).

Cuando se realiza el aborto con conocimiento pleno,  la Iglesia Católica  subraya su gravedad aplicando la máxima pena moral: excomunión automática, que afecta a todos "aquellos cómplices sin cuya cooperación  el delito no se hubiera producido". Con esta reiterada sanción, la Iglesia  señala este delito como  uno de los más graves y peligrosos, alentando al que lo comete  a buscar el camino de la conversión. (E.Vitae n' 62.).

En el nº 66 de la citada Encíclica se califica la eutanasia de "grave violación de la Ley de Dios en cuanto eliminación deliberada y moralmente inaceptable de una persona humana... Semejante práctica conlleva, según las circunstancias la malicia propia del suicidio o del homicidio."

Todo lo que se opone a la vida como el aborto, eutanasia, genocidios, el mismo suicidio voluntario...lo que viola  la integridad de la persona, como las mutilaciones...todo lo que ofende a la dignidad humana  como las  condiciones infrahumanas de vida...prostitución, violencia, terrorismo  explotación del pobre y del trabajador...son los componentes  de lo que Juan Pablo II llama "la cultura de la muerte" (E.Vitae 3).

Como solución, "para construir la cultura de la vida", el Papa nos ha dejado  escrita "la gran  llamada":  "Es urgente una gran oración por la vida que abarque el mundo entero. Que desde cada comunidad cristiana, desde cada grupo o asociación, desde cada familia y desde el corazón  de cada creyente, con iniciativas extraordinarias y con la oración habitual, se eleve una súplica apasionada a Dios, Creador y amante de la vida. Jesús mismo nos ha mostrado con  su ejemplo que la oración y el ayuno son las armas principales y más eficaces contra las fuerzas del mal (Mt 4,1-11) y ha enseñado  a sus discípulos que algunos demonios sólo se expulsan de este modo (Mc. 9-29). Por tanto, tengamos la humildad y la valentía de orar y ayunar para conseguir que la fuerza que viene de lo alto haga caer los muros del engaño y de la mentira, que esconden a los ojos de tantos hermanos y hermanas nuestros la naturaleza perversa de comportamientos y de leyes hostiles a la vida, y abra sus corazones a propósitos e intenciones inspirados en la civilización de la vida  y del amor."   (Encíclica Evangelium Vitae n' 100.).

La Encíclica concluye encomendando "la causa de la vida" a Santa María, aurora del mundo nuevo, la única capaz de pisar la cabeza del Dragón infernal, recordándonos que el rechazo de la vida del hombre, en sus diversas formas, es realmente rechazo de Cristo. (E.Vitae 104). Para cerrar el debate del aborto solo existe una llave: la abolición.

De este modo se cumpliría además la ultima parte de la sentencia del TC, todavía inédita: ".. y establecer un sistema legal para la defensa de la vida". Que Santa María Madre de la Vida interceda por nosotros.

Margarita Fraga Iribarne

evitae2@gmail.com