Se suicida el Partido Republicano y se suicida Estados Unidos

Viendo la cantidad de republicanos egregios, no solo Colin Powell, que apoyan al candidato demócrata, y contemplando el vergonzoso silencio del presidente George Bush, uno se pregunta cómo es posible que el candidato John McCain conserve una remotísima posibilidad de ganar las elecciones y una diferencia que oscila entre los 6 y los 10 puntos en las encuestas. Deberían ser muchos más.

Nunca un candidato contó con tantos apoyos, políticos, económicos y mediáticos como Barack Obama, y eso a pesar de que muchos norteamericanos no confían en él. De hecho la candidatura republicana se ha partido entre los candidatos de McCain y los de su segunda, Sarah Palin. Lo diré de otra manera: el partido no lo están jugando dos contra dos, sino tres contra uno. Obama, Biden y McCain contra la gobernadora de Alaska, masacrado por la progresía, el lobby feminista, el lobby gay, los conservadores ateos, la progresía editorial y televisiva, las mujeres que envidian su valentía y los hombres que la consideran demasiado peligrosa.

Los asesores de McCain, los mismos que le llevaron a apoyar el Plan Bush, verdadero nudo gordiano de su previsible derrota, acusan a Palin de ir por libre, entre otras cosas porque esos asesores son, en su mayoría, tan relativistas como Obama.

Y aún así, el ambicioso candidato demócrata no se fía.

En resumen, el Partido Republicano se está suicidando, pero lo malo no es eso: allá el Partido Republicano. Lo malo es que la obsesión anti-Palin está demostrando que lo que se está suicidando, una vez más, como durante los años setenta, es el país, los Estados Unidos. Y esto ya resulta mucho más preocupante.

Insisto: el triunfo de Obama no sólo representa la rendición anticipada ante el terrorismo, de la que habla Palin, sino la rendición anticipada ante el progresismo -enemigo mucho más nocivo- de uno de los pocos países donde los valores cristianos y, por tanto, las palabras y los conceptos, todavía tenían un sentido. Un país, en suma, que se resistía al relativismo progre, siempre ambiguo, tan ambiguo como el candidato Obama oyendo un sermón en un iglesia convertida en un espectáculo, y donde el reverendo mueve las caderas, sus caderas intelectuales, mientras predica que el aborto es muy cristiano y que lo único que importa son las diferencias entre pobres y ricos.

La izquierda progre se ha vendido a Obama; la derecha progre también. Y lo peor no es que Obama sea de izquierdas o de derechas: lo peor es que es un progre, y esto llevará al suicidio de Estados Unidos. Como en los años setenta.

Alguien deberá recoger el relevo del sentido común para no caer en la majadería modernista, en el progresismo. Pero no se me ocurre quién pudiera ser.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com