Una antaño famosa cantante lírica, ahora dedicada a la enseñanza, descubre el don para la ópera de un rapero, que se gana la vida como repartidor de sushi. Pero no será fácil que se entiendan.

El cine, en ocasiones, es reflejo de la vida. Y, por ello, el asunto que palpita en el interior de esta esta comedia dramática deliciosa, que destaca el poder de la educación para la integración, es la preocupación que existe en Francia, y en toda Europa, porque las segundas generaciones de inmigrantes se sientan identificadas con el país que acogió a sus padres, que puede ser una tierra de oportunidades aunque ellos sigan viviendo en los arrabales de las ciudades.

La música clásica está en el “alma” de este filme que consigue emocionar en algunos momentos y sigue la estela  de películas como El coro (François Girard, 2014) y El Concierto (Radu Mihaileanu, 2009). Pero, asimismo. enlaza con otros largometrajes sobre relación profesor-alumno, tan habituales en el cine galo, como son  recientemente Una razón brillante y La clase de piano. Y es que en la cinematografía francesa debiera existir un subgénero dedicado a la educación debido al gran número de estrenos que llegan a la cartelera con este contenido. En ellas se habla de sueños pero también de la necesidad de esfuerzo, disciplina y autocontrol para poder alcanzarlos

Dos talentos tan diferentes como la actriz Michéle Laroque (Una mujer brillante, Cartas a Dios), toda una veterana en cine, tv y teatro, y el beatbox MB14  (Mohamed Belkhir) son los coprotagonistas de  esta propuesta de argumento tan positivo. Por cierto, a MB14 nadie le dobla en sus intervenciones líricas, un dato relevante, y para asombrarse, si van a ver la película.

Para: los que les interese el tema de la educación y la integración. También para los aficionados a la lírica, porque hacen cameos gente como el tenor francés  Roberto Alagna.