Este drama no es una filfa sobre endemoniados como El exorcista del papa, presumiblemente basado en la figura y en uno de los casos del famoso satanista del siglo XX, Gabriele Amorth. Nefarious es una historia seria que, paso a paso, no solo advierte de los caminos habituales por donde el ente inmundo posee cuerpos sino que realiza un certero análisis de cómo en el mundo actual el mal está triunfando; así menciona que no hay más que mirar los asesinatos contra la vida humana que en el presente se justifican, léase aborto o eutanasia.

Un psiquiatra es llamado al corredor de la muerte para dictaminar si un preso condenado por asesinatos múltiples está loco, lo que le libraría de la silla eléctrica, o no. En ese encuentro el hombre se manifiesta inocente de los actos  porque afirma encontrarse poseído por un ente demoniaco. Será éste, que se autodenomina Nefarious, el que iniciará un diálogo con el psiquiatra ateo.

De claro contenido teológico, resalta que la labor del maligno se ha visto beneficiada por el relativismo nihilista, el no creo nada porque no me importa nada, la definida por algunos como la religión predominante del mundo actual. Lo hace en un desarrollo en el que no hay escenas terroríficas efectistas, sino un diálogo que llega a producir miedo (hay muy pocas escenas que se desarrollan fueran de ese recinto carcelario) porque, a través de él, se palpa cómo ese psiquiatra descreído va percibiendo que, efectivamente, no se encuentra ante un hombre con una enfermedad mental, sino con un ente malvado que conoce toda su vida, todos sus errores, y que pretende utilizarle para sus viles fines. En un momento dado, este psiquiatra recurrirá al sacerdote de la prisión, que aparece en escena unos breves instantes y que deja claro que no cree en los demonios pero, por si acaso, se quita de en medio a la velocidad del rayo. Igualmente se descubre que el único fin del diablo es hacer daño al ser humano, aprovechándose de la libertad que, precisamente, le dio el Creador.

Nefarious ha sido dirigida por Cary Solomon y Chuck Konzelman, que se han encargo también de este guión redondo que sobrecoge. Impresionante la actuación tanto del preso poseído Sean Patrick Flanery (que está inmenso cambiando de personalidad y voz según sea el preso o el demonio que lo posee ) y Jordan Belfi, como el psiquiatra. No son dos actores conocidos pero, les aseguro, que dada su brillante actuación hay que seguir sus pasos profesionales.

Para: los que estén interesados en ver películas de contenido teológico que analicen bien el poder del mal.