Desde antes de que nacieran, Richard Williams trazó un plan para que sus hijas se convirtiesen en unas deportistas extraordinarias. Lo logró gracias a su perseverancia y a métodos poco convencionales.

El fin no justifica los medios, aunque los protagonistas de esta historia real lo vean de otra manera, porque lo que describe este  film es la historia de un padre que, justificándose en que quería lo mejor para sus hijas, no les dio opción a elegir su vida y desde temprana edad las encaminó, y las entrenó,  para convertirse  en iconos del tenis. Afortunadamente para él las dos chicas resultaron unas atletas extraordinarias y unas auténticas luchadoras, pero desconocemos que hubiera ocurrido si no hubieran cumplido las expectativas de su progenitor.

Resulta irónico que esta presuntamente elogiosa biografía en imágenes sobre el padre de las famosas tenistas Venus y Serena Williams, provoque justo el efecto contrario, quizás por lo bien que se describe a ese progenitor: un hombre controlador, autoritario y ambicioso.

Will Smith, que suena como el ganador de este año en los Oscar en el apartado de mejor actor, realiza una actuación portentosa metiéndose en la piel de ese antipático individuo cuyo epíteto más amable para definirlo sería “excéntrico”, puesto que las polémicas que provocó allí donde fue tienen “su miga”. No es el único apartado destacado de este film que se ve de un tirón gracias a un guión bien medido que mezcla los primeros pasos de la carrera profesional de Venus y Serena, con las decisiones un tanto temerarias de su padre. En el desarrollo  se escucha el constante discurso reivindicativo de Richard Williams sobre la discriminación de su raza y el gran papel encomendado a sus hijas de dar esperanza a los menores negros de que podían tener el mismo talento que los blancos en deportes que, hasta la irrupción de sus niñas en las pistas, no había tenido ninguna estrella afroamericana.

La película, dirigida por otro hombre de color, Reinaldo Marcus Green, a los españoles nos puede crujir en un aspecto; porque en su afán de destacar la bravura de Venus, en las competiciones oficiales, tergiversa la verdad de lo que sucedió realmente en el encuentro que, cuando tenía 14 años, le enfrentó a la entonces tenista número uno del mundo: Arancha Sánchez Vicario.

Para: los que quieran conocer una historia edulcorada del triunfo de las hermanas Williams.