John Wick sigue con su deseo de derrotar a esa organización criminal denominada Alta Mesa y poder ganar su libertad. Pero, para ello, deberá enfrentarse y vencer a un malvado que ha prometido hacerle desaparecer de la tierra, el cruel Marqués de Gramont. Para lograrlo hará alianzas sorprendentes, de tal forma que convertirá viejos amigos en enemigos y al revés.

Dos horas cuarenta y nueve minutos es el excesivo e injustificable metraje de la cuarta entrega de esta saga en la que regresa esa máquina de matar que es John Wick. De nuevo, detrás de la cámara,Chad Stahelski, un antiguo doble de acción que ha obtenido grandes beneficios como director y productor de esta violentísima franquicia.

Como en las entregas anteriores, el argumento de este film es minimalista, con diálogos plagados de frases pretenciosas y ritos pseudoreligiosos, tanto es así que John Wick parece la adaptación al cine de un videojuego o una novela gráfica cuando el camino es justamente el inverso; ya que el gran éxito de la película ha dado lugar a esos dos formatos. La razón del indiscutible éxito de esta franquicia reside en la forma en que están planificadas, coreografiadas y rodadas las secuencias de acción, donde de nuevo John Wick es capaz de asesinar a decenas de enemigos en pocos segundos y de salvar su pellejo, inexplicablemente, de tiroteos, puñaladas y caídas mortales. Todo sea por el espectáculo. Lo que hay que agradecer de esta entrega es que es tan excesiva que, incluso, a veces logra momentos humorísticos, como los provocados por “el rastreador” (encarnado por Shamier Anderson), un individuo sin nombre que tiene como compañero a un perro fiel que le ayuda a atacar y a defenderse. También hay que destacar la presencia en el reparto de dos actores asiáticos de renombre, ambos estrellas de acción y especialistas de artes marciales: el chino Donnie Yen (Rogue One: una historia de Star Wars) y el japonés Hiroyuki Sanada, recientemente visto en Bullet Train e inolvidable en esa obra maestra que es El ocaso del samurai, de Yoji Yamada. Los dos consiguen convertir cualquier pelea cuerpo a cuerpo en algo relevante a nivel visual.

La nimiedad argumental se traduce en que se haya cuidado mucho el aspecto técnico, tanto de escenarios, donde pasamos a velocidad de relámpago de Nueva York a Osaka, de Berlín a Paris (muy rápida y espectacular la escena rodada bajo el Arco del Triunfo) , todo fotografiado excelentemente por Dan Laustsen. Mención especial merecen los supervisores de efectos visuales Jonathan Rothbart y Janelle Croshaw, y también el español Paco Delgado, que ha sido el diseñador de vestuario.

Para: Los que no les importe la violencia explícita en el cine y las propuestas cinematográficas cercanas al cómic.