La acción nos lleva a Viena, a la Navidad de 1877: Isabel celebra su 40 cumpleaños y no es feliz porque incluso es juzgada por sus propios hijos, mientras se siente asfixiada por las normas de la corte, y cada día le pesa más el perfeccionismo físico que ella misma se ha marcado.

Resulta chocante que, cuando han pasado casi 125 años de su muerte, siga produciendo tanta fascinación el personaje de Isabel de Baviera, Sissi, a la que en este film definen como una emperatriz rebelde aunque se trataba realmente de una mujer insatisfecha con su destino. Por el contrario, ha habido multitud de reinas, empezando por nuestra Isabel La Católica, que tenían más virtudes para ser admiradas y recordadas. Y la conclusión es fácil; la visión edulcorada y romántica que ofreció  la trilogía cinematográfica protagonizada por la actriz Romy Schneider contribuyó a que mucha gente se enamorara del personaje de ficción no de la persona real. Por eso resulta apreciable que la directora austriaca Marie Kreutzer haya intentado, aunque sea muy libremente, bucear en la personalidad compleja de esta emperatriz, a pesar de que de alguna manera también disculpe su comportamiento errático y se exceda en algunas situaciones sórdidas.        

Si uno analiza fríamente este film, y la propia biografía de la monarca austriaca, se encuentra ante una mujer egocéntrica pendiente de sus sentimientos y que se entregó muy poco a sus seres queridos, incluidos sus hijos. Una persona desequilibrada, posiblemente debido a su anorexia y a su obsesión por no envejecer. Sus decisiones egoístas también afectaban a sus damas de compañía y a todo aquel que topara con ella. De ahí que este biopic, que pretende mostrarla como una rebelde de su tiempo, ofrezca justamente lo contrario; la imagen de una mujer quejosa de dar tantas vueltas a sí misma. La interpretación de la luxemburguesa Vicky Krieps (El hilo invisible, Abrázame fuerte) es portentosa.

La película ofrece unas descripciones bastante veraces de algunos seres queridos de Isabel que tuvieron importancia en su vida: de su primo, el extravagante Luis II de Baviera, del propio emperador Francisco José (que todo el mundo tiene claro fue un monarca autoritario, pero que estaba enamorado de su esposa) y de Rodolfo, el sucesor, un joven muy parecido a su madre que nunca aceptó el destino que tenía marcado.

Para: los que quieran un acercamiento más real y menos edulcorado que el de la trilogía protagonizada por Romy Schneider y no les importe contemplar alguna escena sórdida.