Real como la vida misma, puesto que su argumento está inspirado en hechos auténticos, la historia que se narra con mucho suspense tiene como punto central las prácticas sibilinas del “mobbing laboral”.

En ese contexto, la protagonista, Emilie, es contratada como jefa de recursos humanos de una multinacional. Su misión es conseguir que los empleados que la empresa ya no quiere, renuncien a su puesto, dimitan, y para ello les hacen la vida imposible con todo tipo de maltratos psicológicos. Hasta que un día, uno de ellos  se suicida.

El joven director de esta película, Nicolas Silhol, que aborda relaciones humanas dentro del negocio corporativo, justifica su enfoque afirmando que “la gestión a través del terror” puede destruir vidas e individuos. Por tanto, estamos hablando de un largometraje con contenido ético, donde el principal conflicto surge cuando a una directiva encargada de ejecutar de manera fría esas prácticas se le despierta la conciencia y es capaz de vislumbrar el daño que están realizando sobre otras personas.

Todos estos hechos están narrados de forma algo reiterativa, no es una película cómoda de contemplar, pero el contenido intenso, que a pocos puede dejar indiferente, es una prueba más de la sociedad deshumanizada en la que vivimos, en la que importa poco el ser humano que tienes a tu lado sino los resultados empresariales.

Para: Los que busquen films que abordan dilemas morales, en este caso en el ámbito de la empresa