Tras la muerte de su rey, T’Challa, el tecnológicamente avanzado país de Wakanda se enfrenta a un enemigo desconocido y oculto hasta el momento, Talokan, una nación submarina regida por Namor, que aspira a destruir el mundo de la superficie porque quieren apoderarse de un recurso mineral muy poderoso,  por lo que requiere la ayuda de los wakandianos. 

Nunca sabremos hacia dónde se hubiera encaminado la franquicia de Black Panther si no hubiera fallecido, tras una  cruel enfermedad, el actor Chadwick Boseman que encarnaba al protagonista; lo que sí conocemos a través de esta secuela es que Marvel, en línea con su casa matriz Disney, apuesta por un argumento políticamente correcto y, lo que es peor, poco original: las mujeres nuevamente son las protagonistas y los afroamericanos tienen prácticamente presencia única en este film. 

Como suele ser habitual en las producciones de la factoría Disney, aunque ésta sea de Marvel (uno de los estudios englobados en ella), los impresionantes medios técnicos y humanos se traducen en un largometraje visualmente muy vistoso, con peleas coreografiadas plano a plano y con un diseño de producción, a cargo de Hannah Beachler, que ha cuidado hasta el último detalle. Según Beachler, tardaron casi dos años en desarrollar Talokan, ese impresionante mundo submarino cuyos habitantes son descendientes de una antigua comunidad maya, algo que les sirve a los guionistas para incidir (¡qué originalidad!) en la Leyenda Negra y presentar de nuevo a los valientes conquistadores españoles como si fueran esquilmadores y “come cocos” de los indígenas, algo que el cine norteamericano repite una y otra vez.

Impresionante el vestuario y el maquillaje utilizado tanto en las ceremonias por las wakandianas como el que decora de azul y plumas a los habitantes de las profundidades marinas.

El reparto, repleto de actrices afroamericanas con talento, cumple a la perfección en sus cometidos, hablamos de Letitia Wright, Danai Gurira, Lupita Nyong'o y la veterana y siempre elegante Angela Basset.

No obstante, una película con un metraje de dos horas cuarenta y dos minutos está bien que sea un espectáculo visual “trabajado” pero tiene que ofrecer algo más para que el público disfrute con la propuesta. Y Black Panther. Wakanda Forever es más de lo mismo, no tiene ninguna originalidad argumental.

La película, que alude en varias ocasiones al sentido de pérdida que sufre la joven princesa por la muerte de su hermano, rinde un sentido homenaje al fallecido Chadwick Boseman, a quien está dedicada.

Para: los que les gusten las películas espectaculares aunque tengan argumentos llenos de lugares comunes.