Con este filme, como ocurre desde la salida de Reino Unido de la Unión Europea, el cine británico vuelve a ofrecernos otra película de contenido patriótico pero de gran calidad. Porque los hechos históricos que se narran en esta película fueron definidos por el respetado historiador Hugh Trevor Roper como  “el mejor engaño militar de la historia” y tuvo como protagonista un cadáver aparecido en la costa de Huelva durante el conflicto bélico de la II Guerra Mundial, en lo que supuso una ingeniosa maniobra de despiste utilizada por los británicos, toda una estratagema militar que cambió el rumbo de la guerra.

Supone la traslación al cine de la novela escrita por uno de los responsables de esta operación militar totalmente engañosa. Ese hombre se llamaba  Ewen Edward  Samuel Montagu quien, durante la Segunda Guerra Mundial, ejerció como oficial de inteligencia Naval. De él y su equipo partió la idea de que el cadáver, vestido como un oficial británico, portara unos papeles falsos que revelaran los planes de los aliados para la invasión de Grecia, cuando su objetivo era Sicilia.

Como estos hechos eran  tan atractivos, ya en 1956 el director británico Ronald Neame dirigió El hombre que nunca existió, en lo que resulta ser una película argumentalmente tan atractiva como ésta, aunque no tan prolija en detalles, porque El arma del engaño se trata de  una cuidadísima producción británica donde no hay espacio para el aburrimiento y donde, ¡atención! nuestro país queda bien parado. Porque en este largometraje histórico se narra, paso a paso, como se urdió este fantástico plan y los responsables de esta estratagema. Lógicamente también se describen las circunstancias del ciudadano fallecido que se convirtió, sin pretenderlo, en el héroe de esta operación denominada, con el humor inglés que es tan característico,  “Carne Picada”, por aquello que lo que se movía era un cadáver en no muy buenas condiciones. La película se toma su tiempo para describir la personalidad y las circunstancias de todos los responsables de esta mentira “bélica” pero también realiza un esfuerzo en la recreación de la época o la puesta en escena de esas oficinas de la Inteligencia naval donde tanto los militares varones como mujeres valerosas trabajaron, codo a codo, por salvar su país, en aquellos momentos padeciendo bajo bombardeos alemanes y, por ende, todo el mundo occidental, porque entonces los ciudadanos europeos sí tenían claros su ideales.

Con un reparto británico de campanillas encabezado por el siempre eficiente Colin Firth, la historia de amor que contiene se deja ver pero no es demasiado interesante, algo que no aparecía en la película del 1956, ni se echaba de menos. Detrás de la cámara un veterano, John Madden, quien se hizo mundialmente famoso por la oscarizada Shakespeare in love.

Para: los que les gusten las películas de calidad de contenido histórico.