Vuelve Bárcenas y con él, la derechita cobarde
Cuando Pablo Casado accedió a la Presidencia del PP se fue al despacho de varios asesores de comunicación con la misma pregunta: ¿qué debo hacer? La respuesta de uno de ellos fue: vende la sede de Génova y traslada la dirección del partido a otro sitio. Es decir, rompe con el pasado, con Mariano Rajoy.
¿Por qué? ¿Acaso es más corrupto el PP que el PSOE, el marianismo que el Zapaterismo? Ni lo pienso: el partido más corrupto de España siempre ha sido el PSOE, aunque Podemos podría adelantarle por la izquierda. El PP siempre ha sido el partido que ha empleado el poder privado para medrar, a veces como partido, a veces individualmente, como en el caso de Bárcenas. Pero lo del PSOE -y lo de Podemos- es mucho peor: en cuanto los socialistas llegan al Gobierno, o al Parlamento, o a la judicatura, emplean el dinero para lucrarse y para situarse. Se apropian de lo público y jamás se bajan de él si no es por la fuerza. Sí, todavía es más corrupto el PSOE que el PP.
El problema de Casado es que cuando abjuras del padre estás abjurando de ti mismo. El pasado nunca muere. La historia no hay que negarla ni manipularla: hay que asumirla
Pero la imagen pública es otra. De ahí, el éxito de la tarde del miércoles 3, cuando Luis Bárcenas asegura que va a colaborar con la Fiscalía Anticorrupción (“Fiscalía Pro-corrupción Socialista” como es conocida en los mentideros políticos españoles), desde Ferraz, desde el partido de los eres andaluces, el arquetipo de la corrupción en España, asegura que “volvemos al kilómetro cero de la corrupción; Génova 13”. Y su mensaje cuela.
Entre Feijoo-Moreno-Mañueco y la madrileña Ayuso, Casado ha elegido a los progres. Esa será su perdición
Y así, el PSOE, imagen viva de la peor corrupción política, la utilización del dinero público en beneficio privado, no del dinero privado en beneficio del hombre público, ha conseguido una imagen de honradez que a algunos nos sigue sorpendiendo. El Sánchez del Falcon o el de una cátedra en una universidad pública para su señora, Begoña Gómez, son dos ejemplos de lo que digo.
Y así, cuando resucita Luis Bárcenas, un caradura traicionado por Rajoy, y asegura que va a colaborar con la Fiscalía Anticorrupción, Pablo Casado, según costumbre, se arruga. Sus chicos, dirigidos por el pinchaúvas de Teodoro García Egea, aseguran que es cosa de la etapa Rajoy, que se las arreglen los marianistas. Como si el marianismo, como todo los ismos, no hubiera muerto con el descabalgamiento de su líder, allá por la moción de censura y la traición del PNV. La postura de Egea es la del cuartel: “Que se fastidie el sargento que no me como el rancho”.
Que el PSOE, el de los eres andaluces, la mayor burla de la corrupción en la democracia española, haya conseguido igualar PP con corrupción tiene su enjundia
Y de esta forma, el sieso Casado, arrojado en manos de los progres de su partido, no plantea batalla en el núcleo de la cuestión sino que asegura que las acusaciones afectan a la etapa Rajoy y que él no tiene nada que ver con el asunto. Truco estúpido, porque todos sabemos que él medró en la época de Aznar y Rajoy, sobre todo gracias a Esperanza Aguirre. Es hijo de su tiempo y si abdica del mismo, le ocurrirá lo mismo que a SM Felipe VI por abdicar de su padre. Cree que se fortalece y lo que ocurre es que se anonada.
El problema es que cuando abjuras del padre estás abjurando de ti mismo. El pasado nunca muere. La historia no hay que negarla ni manipularla: hay que asumirla.
El gran error de Casado no consiste en haber roto con el Marianismo, sino en que, al igual que Rajoy, ha abdicado de los principios cristianos del primer PP
Y luego está la situación actual del PP. Entre Feijoo-Moreno-Mañueco y la madrileña Díaz Ayuso, Casado ha elegido a los progres. Ahora, con el renacido dúo PSOE-Bárcenas, en el PP optan por el abjuramiento: ¡hay que ser lelos!
En cualquier caso, el gran error de Casado no es romper con Mariano, sino, al igual que Rajoy, el error ha sido abdicar de los principios cristianos del primer PP. Y claro, carece de identidad. Mala cosa que un líder ande buscando su identidad.