El principal problema –también económico– de España es el envejecimiento de la población. El pasado miércoles 28, el INE publicaba una encuesta sobre fertilidad -un término muy atractivo– en el que se dejaba claro que el número favorito de hijos para las mujeres españolas era la parejita, dos, aunque, miren por dónde, el trabajo les impedía alcanzar tan estupenda cifra… que ni tan siquiera cubre la tasa de reposición. Para “reponer” españolitos, por el objetivo mínimo de mantener el número actual de patriotas, se precisa un mínimo de 2,1 hijos en mujer en edad fértil… y estamos en el 1,3.

La encuesta de fertilidad del INE ha servido para publicitar el macabro negocio de la FIV y la congelación de óvulos

Es decir, que España es un país de ancianos, un país sin pulso vital, –a este ritmo de nacimientos, el país se terminará por consunción– y que, en breve, será incapaz de alimentar a sus ancianos. Un país mortecino. Y esto no hay gobierno que lo arregle.

Pero esa considerable tragedia no provocó espanto ni en la opinión pública ni en la publicada. Antes al contrario, lo que provocó fue que la televisión aprovechara para relanzar el negocio de la fecundación in vitro (FIV) y el de la congelación de embriones. El mensaje es: señora, trabaje usted hasta los 40, pero antes congele óvulos en la nevera, y luego ya encontraremos un donante de semen para que usted pueda ser madre cuando ya esté instalada profesionalmente (no). Un gran invento progresista y de pingües beneficios para el lúgubre negocio de la llamada fecundación asistida, que utiliza a los embriones humanos como cobayas de laboratorio y que elimina, por su propia esencia, a muchos seres humanos pequeñitos.

Y para sobrellevar las cargas de la maternidad no piden un salario maternal, sino más permiso paternal. Curioso

Y lo más tonto de todo: según la encuesta, para sobrellevar las cargas de la maternidad, la mujer española, con el cerebro lavado por el feminismo, no pide al Estado –sería lo justo– un salario maternal, una retribución por su excelsa contribución al país –futuros contribuyentes–, sino más permiso paternal. Como si el varón pudiera sustituir a la mujer en gestación, parto y primeros cuidados. Algo así como: si yo estoy fastidiada, lo importante es que te fastidies también tú. Muy feminista.

Eso es como si quisiéramos solucionar la pretendida brecha salarial –que, por cierto, no existe– a la baja: es decir, rebajar el sueldo al varón para igualarlo con el de la mujer, en lugar de subir el salario de esta última. El empresario estaría muy satisfecho.

Una España vieja es un problema, una España mortecina es un problema mayor. Porque no es que no se pueda rejuvenecer la población: es que no se quiere. Y eso, insisto, no lo arregla ni Pedro Sánchez.