Los musulmanes acusan a San Luis, rey de Francia, de antisemita… claro, porque les ‘caneó’
Desde el 18 de junio una petición en Change.org, bastante difundida en prensa, pide cambiar el nombre de la ciudad de Saint Louis (EEUU), ciudad fundada en 1764 por católicos franceses dentro de lo que entonces era la Luisiana española. La petición la firman y la han defendido en la prensa local dos musulmanes, Umar Lee y Moji Sidiqim, de la asociación activista Musulmanes por un St. Louis Más Grande.
En el vídeo, de junio de 2020, activistas piden retirar la estatua de San Luis mientras católicos (que son el 23% de la población, el mayor grupo religiosos y los fundadores de la ciudad) rezan por la paz y la concordia y protegen el monumento de los que intentan derribarlo
La petición continúa así: "Siglos después la Alemania nazi se inspiró en ideas de Luis IX al embarcarse en una campaña de genocidio asesino contra el pueblo judío. Luis IX era además vehementemente islamófobo y dirigió una cruzada contra los musulmanes que al final le costó la vida. St Louis tiene una gran y vibrante población judía y musulmana y es una falta de respeto directa para aquellos que son parte de esta comunidad vivir en una ciudad que se llama como el asesino de sus correligionarios", según se lee en la petición.
San Luis por supuesto se oponía al Islám, y no desde la seguridad de su palacio sino arriesgando la vida y acudiendo a las cruzadas, en concreto a dos de ellas: en la primera fue hecho prisionero y en la segunda murió de fiebres asediando Túnez, en la octava cruzada, cuando se dirigía a Turquía con el objetivo de recuperar lugares santos, como Jerusalén, para la cristiandad.
Prisionero en la cruzada de 1250, no sólo pagó de su bolsillo el rescate por sí mismo y todos sus hombres, incluyendo los soldados pobres, sino que el tiempo que pasó en Acre lo aprovechó para gastar una cantidad considerable de dinero en comprar y liberar esclavos musulmanes y animar a algunos musulmanes pobres -también a mujeres- a hacerse cristianos y marchar con él a Francia.
Han pasado unos 20 días desde que comenzó la petición cambiar el nombre de la ciudad de Saint Louis (EEUU) y pese a su gran difusión en prensa, apenas roza las 1.000 firmas, cuando la ciudad tiene 320.000 habitantes y su zona metropolitana incluye 2,8 millones, incluyendo unos 60.000 judíos.
Pero, los enfrentamientos -en este caso entre Francia y Turquía-, ocho siglos después, continúan. Las tensiones entre Francia y Turquía vienen, pues, de lejos, pero el recrudecimiento de los últimos días, con incidente de buques de guerra incluido, muestra las fragilidades y los límites de la OTAN, en el seno de la cual los dos países también dirimen sus discrepancias.
Y el escenario actual de la disputa entre ambos países se traslada ahora al creciente enfrentamiento entre París y Ankara, con Francia especialmente activa contestando la implicación de Turquía en el conflicto de Libia. París ya criticó duramente la intervención militar turca en el norte de Siria en octubre pasado, y ahora el foco se sitúa en Libia.
En Libia, Francia es el único país europeo que se considera que apoya al general rebelde Jalifa Haftar, aunque oficialmente París se declara neutral, mientras que Turquía ha intervenido militarmente a favor del Gobierno de Trípoli. El último episodio y el más grave de este enfrentamiento entre Francia y Turquía se produjo el 10 de junio y las versiones de las dos partes difieren. Según París, una de sus fragatas, la Courbet , fue “iluminada con el radar” por un barco de guerra turco cuando quería inspeccionar una nave sospechosa que se dirigía a Libia. Iluminar con el radar es el equivalente a encañonar, y de confirmarse, supondría uno de los incidentes más graves ocurridos entre dos aliados. Sin embargo, la versión turca difiere radicalmente, niega que se apuntara a nadie y pide a Francia que se disculpe por estas acusaciones.
La fragata francesa participaba en una operación de control del embargo de armas a Libia, pero no pudo inspeccionar al buque sospechoso que iba escoltado por fragatas turcas. Ante el conflicto interno, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, se puso de perfil. No quiso inclinarse por ningún aliado y anunció la apertura de una investigación, que por el momento no ha llegado a ninguna conclusión. Tanto equilibrio molestó a Francia, que anunció su retirada de la operación de la OTAN en el Mediterráneo Sea Guardian . Una retirada que tendrá pocos efectos prácticos, pero que manda una señal política.