Ya peino canas desde hace años y son muchas las batallas que me ha tocado lidiar en el mundo financiero, pero cada trimestre me hago el firme propósito de no sorprenderme con los argumentos que esgrimen las compañías para evitar decirnos que van mal, que la cuenta de resultados no da para más en un mercado que cada día es más difícil y con más competencia, y que, como no se encadenen dos o tres elecciones seguidas, que puede ser, y les adjudiquen el seguimiento, cosa que es más difícil, la compañía va a llegar a diciembre con un resultado por debajo de lo previsto, a pesar de que nos quieran hacer creer lo contrario. Perdón, estoy hablando de INDRA que en la tarde del miércoles ha presentado sus resultados al cierre del tercer trimestre de 2018.

Para no ser un cenizo, voy a empezar por lo menos malo, los ingresos ordinarios: 2.173,7 millones de euros (M€), 57,9M€ más que en septiembre del pasado año (+3%), apoyados en una contratación neta que crece un 4,9% y en la cartera de pedidos, que aumenta un 9,1%. De estos ingresos, el 22% son de servicios financieros, 19% de industria y energía, 18% corresponden a defensa y seguridad, el mismo porcentaje (18%) a transporte y tráfico, y el 15% a sanidad. Por áreas geográficas, el 51% de los ingresos corresponden a los negocios en España, el 20% provienen de los negocios en América y el 17% al resto de Europa.

La compañía de la SEPI vive de las continuas compras de sociedades que aportan Ebitda, pero también aportan costes y deuda

Los aprovisionamientos y otros gastos de explotación han descendido un 5%, pero contemplan la provisión por 13,5M€ de la sanción impuesta por la CNMC que considera que la compañía ha llevado a cabo prácticas contrarias a la competencia.

Los costes de reestructuración de Tecnocom generados hacia la mitad del ejercicio (13,3M€) han afectado de forma negativa a los gastos de personal que crecen en 108,7M€. Este aspecto de la compañía es recurrente prácticamente en todos los últimos ejercicios: la eterna reestructuración de sociedades del grupo. Así y todo, el Ebitda crece un 7% respecto a 2017 hasta situarse en los 183,1M€.

El crecimiento de un 46% de las amortizaciones (21,1M€) han situado el resultado de explotación en 115,1M€ (-7%) respecto a la cifra obtenida en septiembre de 2017, lo que supone un margen de un 5,3%, esto es, 0,5% menos que el pasado año por estas mismas fechas.

La deuda financiera neta sigue creciendo y el beneficio sigue bajando

En este trimestre pasado, INDRA ha mejorado el ritmo de generación de flujo de caja libre negativo, que al final del semestre se situó en -61M€, ya que este tercer trimestre ha cerrado con -46M€. Esto, unido a los 40M€ que ha tenido que desembolsar por la adquisición de la compañía Advanced Control System, ha propiciado que se eleve la deuda financiera neta hasta los 686M€ frente a los 588M€ registrados en diciembre pasado, y ha elevado el resultado financiero negativo en un 28%, esto es, 6,1M€ más que en el pasado ejercicio. Ojo, que solo en este último trimestre el resultado financiero negativo ha sido de 11M€ de los 27,9M€ acumulados.

Llegamos al final y como ya pueden imaginar el resultado neto obtenido de 58,3M€ es un 35% inferior al obtenido en el mismo periodo de 2017.

Eso sí, Fernando Abril-Martorell cuenta con el apoyo del grupo March y, por el momento, con la aquiescencia de la SEPI, esto es, del ministerio de Hacienda. Lo que sí hay que reconocerle a don Fernando es una muy encomiable capacidad para poner a prueba la paciencia del accionista. Los analistas suelen decir que está sembrando bien. El problema es que no cosecha. Así, con la generación del flujo de caja negativo, lo va a tener crudo para proporcionar una retribución a los accionistas como esto no mejore de una forma radical, cosa que sinceramente dudo.