La transformación de Iglesias... en más de lo mismo
Felipe González no suele hablar a humo de pajas. Esta pasada semana ha puesto de moda lo de la “Republiqueta plurinacional con derecho de autodeterminación”. Con ello se refería al proyecto de Podemos, en concreto de Pablo Iglesias, que comunica a su gente de confianza que ahora o nunca, este es el momento de la III República. Sí, con la mayoría de la moción de censura, indepes y proetarras incluidos.
Desde Bolonia a Madrid, Pablo Iglesias ha demostrado que es un grandísimo cobarde. Hablo de cobardía física, es decir, del coraje más primario de todos. Se ha pasado su vida alentando a las masas a la protesta violenta si es necesaria, pero desde los micrófonos de la retaguardia. En Bolonia, por ejemplo, donde forjó su leyenda (e hizo una tesis doctoral profundísima acerca de los altercados estudiantiles de la zona) Iglesias protestaba, indignado, contra los excesos policiales pero jamás se le vio en primera línea de la algarada, recibiendo palos de los antidisturbios. Para eso mandaba a sus ‘milicianos’, a los que él mismo alentaba -en mítines, por supuesto- a lanzarse contra la policía y otros fascistas. El vicepresidente segundo del Gobierno es un experto en pisarle el rabo al león después de muerto.
No, no se trata de ninguna maniobra de diversión de Podemos. Ahora o nunca, porque este, en verdad, es el momento idóneo
Pablo Iglesias es el biotipo del epigrama castizo: “Pa’ chulo yo y pa’ pegarse mi hermano”.
En las urnas jamás hubiera llegado donde ha llegado, a la Vicepresidencia, sin la colaboración de se ególatra narcisista y resentido, también contra sus propios mayores (por ejemplo, contra Felipe González), que es Pedro Sánchez. Y aprovechando ese mismo narcisismo, Iglesias pretende la III República y no le importaría nada que fuera con Pedro Sánchez como presidente… no ejecutivo.
Con una pandemia recorriendo el mundo y con una alianza probada –la de la moción de censura- entre socialistas, comunistas y separatistas, los dos últimos con tendencias antisistema y ligeramente majaderas y con un Sánchez cubriéndole el hueco de estadista, más una crisis de fe en el pueblo cristiano (esto y no otra cosa fue lo que llevó al general Franco a ganar la Guerra Civil) considera que el momento para repetir régimen republicano ha llegado.
Para lograr la república, Iglesias no cuenta con el apoyo de Sánchez pero sí con el narcisismo de Pedro
Y consigue avances singulares. El primero, las humillaciones al Rey Felipe VI, una tras otra, tras conseguir lo más importante: que el tontaina del monarca deshonrara a su padre abriendo una cuña en la Familia Real de tal calibre que dejaba cortas a todas las brechas anteriores, Urdangarín incluida.
Todo ello alrededor de un referéndum sobre la forma de Estado. ¿Lo ganarían? Pues a lo mejor. ¿O es que no hemos caído en que España atraviesa un proceso de decadencia profunda, con una sociedad abotargada, incapaz de creer en nada?
El progresismo ha conseguido que todo católico sea un ultra. Y todo partido católico, también
Ahora bien, Iglesias sólo apostará por un referéndum cuando considere que el ambiente ciudadano está lo suficientemente podrido para dar el paso. Por podrido, entiendo que el pasotismo social se haya acentuado. Porque ojo, no es necesario ganar ese referéndum pero sí que lo parezca o que se presente como tal. Pucherazo y república han ido siempre unidos en España. La II República se proclamó un 14 de abril de 1931 cuando aún no se habían contado los votos de las municipales y la situación se desmandaba con el pucherazo de las elecciones del 16 y el 23 de febrero de 1936.
O se puede conseguir, como Alfonso XIII en 1931, que el Rey tire la toalla, la opción más deseada por Iglesias. Y que se considere perfectamente posible como un rey Felipe VI, que ha cedido hasta el punto de deshonrar a su padre. A lo mejor también se marcha al exilio, como su bisabuelo.
Y no olviden la nota última, probablemente la más importante de todas: la crisis de fe que en este momento atraviesa la antes católica población española. El progresismo ha conseguido que el catolicismo, personal o asumido en la vida pública por cualquier grupo o institución, sea calificado como ultracatólico, o sea, ultra. Un católico es un ultra y un ultra es un católico. Y sin la barrera de la fe… claro que puede instaurarse la III República. Y ese día, cuando ya no haya peligro, Pablo Iglesias se pondrá al frente de la manifestación: a moro muerto gran lanzada.
La II República fracasó porque se enfrentó a un pueblo cristiano. En 2020, España ha dejado de ser católica
Sí, ya sé que el régimen político no tiene nada que ver con los principios ni con los idearios personales… sólo con una excepción: España.
Pablo Iglesias ya ha tocado a rebato para conseguir la III República. Todos deberíamos sentirnos concernidos.