La fórmula para resolver este gravísimo problema no lo tiene quien recibe la comunión, sino el que la distribuye, y más el que impone el modo de distribución y de recepción
Los obispos españoles han empezado a restablecer el precepto dominical, siguiendo las recomendaciones de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española (CEE). Lo hacen casi cuatro meses después de su gran error: prohibir las eucaristías públicas durante el estado de alarma por el coronavirus. Y ojo, con bastante retraso respecto a la última prórroga del estado de alarma, que acabó el pasado 21 de junio.
La decisión dependerá de cada obispo, teniendo en cuenta las circunstancias de su diócesis. El arzobispo de Madrid, el cardenal Carlos Osoro, ha dispuesto restablecer la obligatoriedad del precepto dominical para todos los fieles, siendo uno de los primeros en hacerlo. Recuerden que fue la Comisión Ejecutiva de la CEE, en su reunión del pasado 13 de marzo, en vísperas de que entrara en vigor el estado de alarma, recomendó que cada obispo dispensara del precepto dominical a los fieles que no pudieran participar presencialmente en la Eucaristía por el confinamiento.
Al hilo de todo esto, conviene destacar que la mayoría de los obispos españoles fueron los que prohibieron las eucaristías públicas, colaborando así con el Gobierno Sánchez, que no prohibió las misas, sino que fue más sutil: prohibió a los españoles ir a misa. Y aunque el presidente de la CEE, el cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, pidió al Ejecutivo a finales de abril que se pudiera volver a celebrar la Santa Misa con asistencia de público, Sánchez ha seguido sacando tajada de la situación. Es más, durante el confinamiento, Sánchez intentó prohibir la Eucaristía, pues en el decreto del estado de alarma se decía: “Se evitará la distribución de cualquier tipo de objeto” durante las misas.