- La oposición, también antiguos sandinistas, trinan tras su última argucia: la candidatura compartida con su mujer, Rosario Murillo.
- El Frente Sandinista, con mayoría, cambió la Constitución para que la reelección del presidente pueda ser indefinida.
- Y la principal fuerza de oposición, la Coalición Nacional por la Democracia (CND), ha sido excluida de las elecciones.
- Todo está organizado para que Ortega sea reelegido, sin observadores internacionales y con el 90% de los votos.
- Habrá elecciones el 6 de noviembre, sí, pero serán votaciones.
Todo empezó a principios de agosto, el día 2 en concreto, cuando el
todopoderoso presidente de
Nicaragua,
Daniel Ortega, se inscribió como candidato a la reelección para las elecciones del 6 noviembre, con la novedad -argucia- de que su esposa,
Rosario Murillo, aspirará a la vicepresidencia (
en la imagen, los dos).
Y desde entonces, el país centroamericano vive en un suspiro, como quien dice -se mide en intensos debates-, porque lo que se temen los políticos de la oposición y antiguos compañeros de filas de Ortega es que lo quiere es una
dictadura familiar y, por su supuesto, totalitaria. La dictadura ya está -es de barniz democrático, como en
Venezuela- y lo otro está en fase de concretarse.
De hecho, la principal fuerza de la oposición, la
Coalición Nacional por la Democracia (CND), ha sido excluida para esos comicios. Para su líder y frustrado candidato presidencial, el liberal
Luis Callejas, "es la pieza que faltaba para establecer un régimen dinástico y totalitario". El resto es el esqueleto de una "farsa electoral". Callejas fue destituido como diputado hace casi un mes, junto a otros 27 opositores presentes en el Parlamento.
La ex guerrillera
Dora Téllez, del disidente
Movimiento Renovador Sandinista, (apoyó el primer Gobierno de Ortega) tiene una lectura complementaria de la
candidatura Ortega-Murillo. Como el presidente "está muy enfermo", no terminará su mandato, que dejará en manos de su mujer, según lo previsto por la
Constitución. Añade, con bastante fundamento, que el matrimonio "está desesperado por garantizar que el poder quede en un círculo de familia".
Y a esas declaraciones se une el manifiesto del
Grupo de los 27, encabezado por ex sandinistas como
Ernesto Cardenal o
Gioconda Belli, junto a otros opositores y personalidades del país -como el embajador en Washington-, que han llamado a la abstención activa contra la "mascarada electoral que ensaya la dictadura". Todo tiene una perversa lógica, si nos atenemos a lo que hay y a los precedentes.
Lo primero es que el tiempo apremia. Los dos tienen una buena edad, muy
tentadora: 71 años Ortega, y 65 su mujer. Por eso hay que
darse prisa en conservar la especie. Él, además, sufre dolencias cardiacas y padece una enfermedad de la que no se ha informado oficialmente que le obliga a evitar la luz solar y a permanecer retirado durante largos períodos.
La segunda razón, que el matrimonio Ortega quiere más. Don Daniel lleva en la presidencia desde 2007 (sin contar que gobernó Nicaragua entre 1985 y 1990).
En 2012, con la mayoría en el Parlamento, su partido, el
Frente Sandinista, reformó la Constitución para que la reelección presidencial pueda ser indefinida. Y eso se produjo sólo un año después de un polémico decreto del
Poder Judicial, que le permitió presentarse, a pesar de que la
Carta Magna prohibiera postularse más de dos veces.
Otro opositor,
Humberto Belli, ministro de Educación en la etapa de
Violeta Chamorro (1990-1997), aclara más todavía la crispación en el país: "En noviembre no habrá elecciones sino votaciones".
Más audaz,
Sergio Ramírez, ex vicepresidente sandinista, dice que "todo ha sido decidido de antemano para que el mismo candidato del mismo partido a lo largo de más de 30 años sea reelegido". Y es que
no habrá ni observadores internacionales, que ya han sido declarados non gratos de antemano.
"Ya hemos visto esa película -completa Ramírez-; los nicaragüenses tendrán un candidato único, y ya hay un ganador de antemano que pretende sacar más del 90% de los votos".
Daniel Esparza