María Montessori, nacida en 1870, es la fabricante del método Montessori de Educación.

  1. Lo que importa no es conocer sino sentir.
  2. Nunca te sientas culpable de nada.
  3. Libertad, viva la libertad.

Naturalmente todos los progresistas se emocionaron con nuestra buena señora italiana, una pionera de la investigación femenina -y feminista- etc., etc., etc.

Figúrense si será progresista que Pablo Iglesias e Irene Montero confiesan educar a sus niños según dicho método. Llegarán lejos.

La verdad es que desde el primer momento el asunto me olía fatal, porque los sentimientos van y vienen, mientras la razón es el hogar de la libertad humana y tiene mucho más que ver con la realidad.

Y si de la razón pasamos al corazón, entonces el asunto se vuelve más peliagudo. Porque, en efecto, los únicos que no se arrepienten de nada son los malvados y las amebas. No arrepentirse de nada ni estar agradecido a nadie es tanto como ser algo muy parecido a ser un vegetal. En efecto, los vegetales no son violentos.

Más preocupante aún es lo de educar en libertad. Como decía Chesterton, la educación en libertad no existe, porque si a un chaval inteligente le dan libertad para elegir la educación que desee, elegirá no ser educado en modo alguno.

Educar es obligar, porque cuesta esfuerzo y el niño no hace contabilidad, no mide la relación esfuerzo/logro. Es decir, debe ser forzado a ser educado. Luego se felicitará por ello.

Pero ahora me entero de algo más. Resulta que doña María Montessori aporta algo más en su currículo, muy relacionado, por cierto, con su papel como revolucionaria de la educación y de los derechos de las mujeres. La señora tuvo un hijo de soltera y, como tenía que cambiar el mundo, decidió abandonarle: fue adoptado y no le vio en 15 años: adoptado.

No se crean: Doña María pertenecía a una familia de posibles. El abandono de su hijo no se debió a penurias económicas sino a que una mujer liberada como ella no podía dedicarse a cambiar pañales. Claro que no.

Dejó de educar a su hijo, que es lo difícil, para pontificar sobre cómo deberían otros padres educar a los extraños. Así, no resulta sorprendente que su lema pedagógico fuera “Ayúdame a hacerlo yo sólo”. Y si aprendes a hacerlo solo sin ayuda alguna… pues tampoco pasa nada.