Los ataques islamistas en Francia abren otro debate: el de los límites de la libertad de expresión
- Es unánime que ante un atentado, lo prioritario es condenarlo y dejar para el olvido las razones esgrimidas por los terroristas: las viñetas.
- Pero junto a la defensa de los valores democráticos frente a la barbarie, aparecen también los límites en las 'groserías' gráficas.
- El diario francés 'Le Monde' cargó contra uno de los columnistas de 'Financial Times' por criticar "los excesos" de 'Charlie Hebdo'.
- Los medios de comunicación europeos se hacen eco de las contradicciones y abren el debate entre sus lectores o los caricaturistas.
- La británica BBC pregunta abiertamente: ¿Está bien que los caricaturistas ridiculicen a todos y a cualquiera, se ofenda a quien se ofenda?
- Es una balanza desigual, como en la libertad de culto: los musulmanes gozan de ella en Europa, pero los cristianos no tienen ese derecho en países islámicos.
El brutal atentado islamista contra el semanario satírico francés Charlie Hebdo ha abierto otros debates, no sólo en Francia sino en otros países europeos. Los medios de comunicación se han llenado de opinantes -es lógico- para explicar el fondo de la cuestión. Entre esos debates están la propia identidad europea, los valores democráticos frente a la barbarie, la complicada integración de los musulmanes en la vida occidental, la balanza desigual en la libertad de culto entre países de orientación cristiana y, por ejemplo, los del Golfo Pérsico, en los que está radicalmente prohibido cualquier signo o manifestación cristiana.
El debate ha llegado también, cómo no, a los límites de la libertad de expresión, un valor custodiado por ley en todas las constituciones europeas, también en sus límites (en nuestra Carta Magna, en artículo 20). Si bien es cierto que al hablar de un crimen o de un atentado como el de Francia, lo importante es condenar el crimen o el atentado en sí, y en ese contexto sobra cualquier otra consideración sobre los límites a la libertad de expresión, no es menos cierto que la cuestión de los límites en el ejercicio de la libertad de expresión, a raíz de la viñetas de distinto signo, también ha entrado en discusión. ¿Vale todo? Es la pregunta del millón y la respuesta es evidente: no vale todo. Y en esa línea, los principales medios de comunicación europeos también se han hecho esa pregunta. Le Monde, por ejemplo, cargó contra uno de los columnistas de Financial Times por sus críticas inoportunas contra "los excesos" del semanario Charlie Hebdo. Paralelamente, las divergencias a la hora de publicar viñetas de esa publicación, como muestra de solidaridad, han sido claras, no sólo en Europa sino en todo el mundo occidental.
El debate, por tanto, está ahí. Una cosa es dejarse condicionar por los términos de lo políticamente correcto y otra, muy distinta, por los códigos éticos, mucho más importantes y a todos los plazos. Son los cristianos precisamente los que más poderosas razones tienen para irritarse con las 'gracias' de Charlie Hebdo. Son innumerables las portadas que han insultado y ridiculizado a la Iglesia, a Benedicto XVI, al Papa Francisco y la mismísima Santísima Trinidad. No sólo han faltado códigos éticos, sino también estéticos (el fácil recurso a los culos, ya me entienden, que prueba muy poca originalidad) y una sensibilidad mínima para respetar la creencia mayoritaria en el Viejo Continente. Pero el cristiano no mata por ello. Es la diferencia esencial con un yihadista. Ahora bien, eso no quiere decir que haya que chuparse el dedo, como con lo del honor, el derecho a la propia imagen o la defensa de la intimidad.
En España, los periodistas, las asociaciones y los medios han cerrado filas a favor de la libertad de expresión, pero el debate está servido. "La batalla ahora es reconquistar el espacio de libertad que se ha perdido con este asesinato", decía Albert Monteyns, ex director de El Jueves, una de las publicaciones que se las ha visto con la censura en numerosas ocasiones (con la Casa Real, por ejemplo). Pero esa misma publicación ha entrado en el debate, a su manera, con otra viñeta (en la imagen), que da otra dimensión al debate actual en Europa (sobre las distintas varas de medir los excesos), al mismo tiempo que, editorialmente, dejaba claro que "se equivocan quienes quieran limitar el sangriento atentado a un ataque a la libertad de expresión y a la sátira, pues es algo mucho más grave aún: estamos ante un ataque a la civilización misma, que tantos siglos nos ha costado conseguir".
La BBC, que tiene una buena sección de internacional en su versión online, ha provocado también ese debate entre sus lectores, teniendo en cuenta, sin complejos, que en las viñetas se ridiculiza a diestro y sinestro. Es una muestra entre muchas publicaciones europeas. La idea central en todas ellas es el mismo: la condena unánime del atentado de París con el deseo de que no se confunda el islam con el fanatismo religioso. Pero entre las condenas se cuela inevitablemente también el de los límites a los excesos.
La BBC pregunta a sus lectores: "¿Está bien que los caricaturistas ridiculicen a todos y a cualquiera, se ofenda a quien se ofenda?" Porque ahí están todos, no sólo Mahoma o las mezquitas, sino otros 'mártires', con los que las publicaciones satíricas se ensañan no sólo con más frecuencia sino como mucha más saña y grosería: los papas, las monjas, las iglesias o los signos más sagrados, como la Santísima Trinidad.
Entre las consideraciones de los lectores, uno se pregunta: "¿Solidarizarse con una revista basura? Sí con los deudos de los fallecidos pero no con la revista", y otro se contesta: "La libertad de expresión debe implicar respeto a los demás, no insultos desmedidos".
También pregunta la BBC a dos caricaturistas, uno del mundo árabe y otro en chileno, con la pregunta clave: ¿Debe haber límites a la libertad de expresión? El dibujante musulmán sudanés Khalib Albaih que vive en Qatar resume así su posición con críticas a la revista Charlie Hebdo, que considera "racista y vulgar", aunque no vacila al condenar el ataque. Añade que en Qatar, donde vive, "no ridiculizamos a figuras religiosas como el profeta Mahoma", pero matiza que tampoco "tenemos la misma libertad que mis colegas en Occidente" y añade que sus "ilustraciones fueron rechazadas por periódicos por la censura y trabajo exclusivamente en redes sociales".
En la otra cara está el ilustrador chileno Francisco Javier Olea, que defiende que "no hay límites a la libertad de expresión", que sí se pone el dibujante "según su tipo de humor". Añade que "los ilustradores de Charlie Hebdo, ya estaban con protección policial, tuvieron la oportunidad de parar pero no lo hicieron, lo que los hace un poco los héroes de la libertad de opinión". Pero concluye, igualmente, que "la caricatura no es una ofensa burda, hay un trabajo, una reflexión, una vuelta de tuerca, una metaforización de la burla y un trabajo creativo".
Rafael Esparza