Google ha amenazado al Gobierno australiano con cortar su índice de búsquedas en el país si el Gobierno se empeña en la ley que obliga al buscador a pagar un dinero por las noticias que reproduce. Uno diría que se trata de una norma muy lógica. Pero ya ven, una multiancional amenaza a un Gobierno.

De entrada, yo aconsejaría a los australianos que hicieran lo mismo que hizo Pekín. La tiranía china amenazó a Google -ella a él, no al revés- con prohibir Google en China si no se dejaban fiscalizar, o sea censurar, por el Régimen comunista. Y Google cedió. Fuerte con el débil y débil con el fuerte.

En mi opinión la solución es prohibir la publicidad en Google (de donde obtiene el 90% de sus ingresos) y que la trasferencia de pagos vaya al revés: es decir, obligar a los medios a que paguen parte de sus ingresos de publicidad a Google en compensación por los lectores que el buscador proporciona a los medios. Pero quede claro: Google tendría prohibido emitir publicidad. 

Los nativos digitales tienden a ser sumisos ante el poder y rebeldes ante la autoridad. Quizás porque piensan que no existe el bien y el mal: sólo lo que se puede o lo que no se puede hacer

Para ser exactos, Google, Facebook y compañía son parásitos de la prensa, porque la información la hacemos los periodistas, luego son ladrones, porque nos arrebatan la publicidad que es la fuente de ingresos única de los medios. Y encima, ahora, son censores que imponen a los medios, y a todo el mundo, qué es lo que se puede decir y qué es lo que no se puede decir. A ser posible, tampoco pensar.

La censura de Facebook y el castigo consiguiente de Google a Hispanidad no tiene otro origen que el ideario cristiano de este diario digital. Es inteligencia artificial. Miren ustedes, la inteligencia artificial no existe: o es inteligencia o es artificial. El algoritmo de Google funciona según los criterios de selección introducidos por una inteligencia humana. Y la censura de Facebook (que constituye uno de los criterios del algoritmo de Google) hace que entre ambas multinacionales puedan destruir a cualquier medio que se les ponga por delante. Por tanto, Facebook ya está llegando al bloqueo de las noticias que no le gustan. Google también aplica lo políticamente correcto, progre y cristófobo ahora mismo, para imponer el pensamiento único. Si yo fuera el gobierno australiano en efecto, prohibía a Google operar en Australia. No se preocupen ya saldrá otro Google -hay otros Google- y si no, acudiremos directamente a las páginas que nos interesa leer.

Una última cuestión que considero aún más peligrosa. Todo este parasitismo, robo y censura.

Los nativos digitales tienden a ser sumisos ante el poder y a rebelarse contra la autoridad. Quizás porque piensan que no existe el bien y el mal: sólo lo que se puede y lo que no se puede hacer. Ese es el comienzo de la barbarie. Eso sí, de una barbarie tecnológicamente avanzada.