Toda su vida la oveja vivió temerosa del lobo. Al final, se la comió el pastor. No conocía este aforismo pero viene como de molde para definir lo que ocurre en España ante esta segunda oleada del coronavirus. Más que contra el covid, parecemos estar luchando contra el miedo… que incrementa con nuestras propias y liberticidas medidas preventivas.

En primer lugar, los españoles necesitan, ante todo, esperanza, porque el miedo al coronavirus no ha disminuido desde la declaración del estado de alarma. El 14 de marzo: ha crecido. Existe más miedo a la segunda oleada, con ser menos letal, que a la primera.

Y hay un problema de fondo: ni los políticos ni los científicos aceptan su fracaso e insisten en los mismos errores, con la vergüenza de un PSOE y un Podemos aprovechando el drama de Madrid para tumbar a la presidenta pepera.

En ciencia, los epidemiólogos han sustituido a los virólogos: mala cosa. Y la investigación privada lleva a la delantera a la inexistente investigación pública

El primer error consiste en pensar, y propagar, que la política de evasión, de protección contra el virus -mascarillas etc-, es la solución.  Al virus no hay que evitarlo, entre otras cosas porque resulta imposible: hay que eliminarlo.

Producto de ese error es el protagonismo de los estadísticos frente a los químicos, que han quedado postergados. Los epidemiólogos han sustituido a los virólogos: mala cosa.

Un detalle: ha hecho bien, la comisión mixta Estado-Comunidad de Madrid en nombrar portavoz frente a la pandemia al microbiólogo Emilio Bouza. No como Pedro Sánchez que nombró al epidemiólogo Fernando Simón para ese cargo a nivel nacional… con el resultado por todos conocido. Los epidemiólogos sólo entienden de estadísticas… y las cifras ni matan al bicho ni consuelan al pueblo.

Por ahora, los investigadores están sirviendo de poco y los médicos se han hecho autodidactas… afortunadamente

Por cierto, cuando el Gobierno Sánchez sacraliza la sanidad pública, debería recordar que es la investigación privada, la de los grandes y pequeños laboratorios, la que intenta eliminar el virus mediante una vacuna o tratamientos farmacológicos. Lo público, aquí, pinta más bien poco.

En cualquier caso, por ahora, los investigadores no han dado con la vacuna ni con un tratamiento inequívoco y los médicos, los encargados de enfrentarse al virus, se han convertido en autodidactas… afortunadamente. Han buscado a tientas, sin ayudas, basados en la experiencia (¿la ciencia no era experiencia?) tratamientos improvisados para -aquí sí- salvar vidas.

Las burlas de marzo sobre la confianza en Cristo se han convertido en septiembre en la actitud más racional y ‘científica’ de todas

Sólo Cristo puede ofrecer la esperanza que necesita el español, y la necesita ahora, mientras aguardamos el triunfo de nuestro propio organismo o de la ciencia sobre el Covid. Recuerdo que al comienzo de la pandemia, el diputado proetarra, Oskar Matute, se burlaba del único partido medio cristiano del hemiciclo, Vox, asegurando que algunos piensan que los “capirotes” de las procesiones de Semana Santa iban a solucionar la pandemia. Pues mire usted don Oskar, a lo mejor la confianza en Cristo para salir de la crisis se ha convertido, a estas alturas, en la actitud más racional y científica de todas, Porque, por ahora, eso que usted llama ciencia, nos ha fallado, Y ustedes, los políticos… bueno, sobre eso no necesito polemizar: su fracaso frente al coronavirus es un consenso entre los españoles, del que sólo discrepan… sus señorías.

La fe se ha convertido en el arma más eficaz contra el coronavirus. Entre otras cosas, porque el único que sabe del enemigo es Dios. El hombre, por el momento, parece no tener mucha idea de a qué se está enfrentando.