Dos años en Moncloa y vuelta al guerracivilismo
La cabra tira al monte. Dos años después de la moción de censura y tras el coronavirus, Pedro Sánchez ha conseguido una ciudadanía sumisa y con unas grandísimas tragaderas: otra vez vuelve Pedro Sánchez a la moción de censura y a la mayoría que le invistió presidente, una mesa con tras patas: socialistas, comunistas e independentistas.
Tras el coronavirus, Calvo y Calviño están marginadas e Iglesias y Ribera entronizados
Moncloa regresa al frentepopulismo -y a su consecuencia lógica, el guerracivilismo- de la moción de censura contra Rajoy. Es decir, a la alianza del PSOE con comunistas e independentistas.
Los objetivos son: descristianizar España, el más importante de todos, conseguir la III República y dejar a Navarra en manos de Euskadi. Por ese orden, los tres anclados en el origen mismo de la nación española.
Moncloa regresa al frentepopulismo de la moción de censura: a la alianza con comunistas e independentistas
Con Cataluña, la técnica es distinta: se trata de dividir el separatismo entre Torra y Rufián, entre JxCat y ERC. Y no está claro que eso se consiga pero, desde juego, Sánchez lo va a intentar.
¿Es lo que desean muchos barones socialistas, como García Page o Javier Lambán? No, pero para entendernos, ni los barones ni Ferraz mandan un pimiento en el Sanchismo. En el sanchismo sólo mandan Sánchez e Iglesias… y éste más que aquél.
Al fondo, descristianizar España, conseguir la III República y dejar a Navarra en manos de Euskadi
Sí, porque lo cierto es que Sánchez también ha prescindido de la vicepresidenta primera, convertida en un florero para mantener los ataques más vistosos a la Iglesia y para la antorcha del feminismo socialista, mientras a Nadia Calviño para que ofrezca respetabilidad ante Europa. Pero los que están en alza son el comunista Pablo Iglesias (insisto, Sánchez pone la cara y Pablo el escaso cerebro gubernativo) y la talibana ecologista Teresa Ribera, así como Grande-Marlaska… uno de nuestros peores ciudadanos.
Con Cataluña, la técnica es distinta: se trata de dividir el separatismo entre Torra y Rufián, entre JxCat y ERC
Hemos vuelto al 1 de junio de 2018, dos años atrás, cuando Sánchez -no se lo creía ni él- hizo caso de su fichaje Iván Redondo, empeñado en que la moción de censura podría llevar la Moncloa, por la vía rápida a un político mediocre y perdedor llamado Pedro Sánchez, si sabia excitar las dos Españas y el guerravilismo frentepopulista. Y lo fue.
Sánchez no tenía nada que perder y se dejó llevar, pero ahora siente la furia del converso. Gracias al guerracivisimo cainita de Redondo es hoy presidente.
Encima, gracias al confinamiento, Sánchez ha conseguido una ciudadanía sumisa y con enorme tragaderas, manejada por un Estado policial y que se traga todas sus bolas, sus más grandiosas mentiras. ¿Qué más puede pedir?