- El bufete pierde terreno, además, respecto a sus dos competidores, Uría Menéndez y Garrigues.
- El origen del declive está en la condena a Emilio Cuatrecasas, en 2015, por delito fiscal, especialidad del despacho.
- Rafael Fontana, presidente desde hace dos años, no convence a los socios madrileños para mantener la sede en Barcelona.
- Ahora es el segundo bufete por facturación, pero no el más eficaz en la facturación por abogado.
La herida dejada por la condena por delito fiscal a
Emilio Cuatrecasas, en 2015, fue determinante en todo lo que ha seguido después en el bufete
Cuatrecasas: la sucesión en los cargos y una nueva estrategia para crecer -con más socios- en el exterior. Ha sido un desafío al que ahora se une otro problema: el traslado de la
sede social y fiscal del despacho de
Barcelona a
Madrid.
Es la opción no deseada por el actual presidente del bufete,
Rafael Fontana (en el centro, en la imagen) -tomó la riendas también en 2015-, pero no convence a los socios madrileños, entre otras cosas (no menores), por el convencimiento de que Madrid en una plaza en alza para el negocio, frente a Barcelona, en declive.
Si problemática fue para Fontana la
guerra para salir a flote tras la condena fiscal a
don Emilio (en la imagen, a la izquierda), no lo es menos, ahora, la
guerra civil para
despejar el otro horizonte.
La realidad manda y a ella se pliega también el mismísimo
Jorge Badía (en la imagen, a la derecha), delfín de Fontana en Madrid -por esa razón es director general del bufete desde 2015-, ahora
portavoz del sentir mayoritario madrileño. Los motores del equipo, dicho de otro modo, ya no suenan en Barcelona con el potencial de Madrid.
Hay que insistir, en cualquier caso, en el origen de la crisis: la condena a Emilio Cuatrecasas, que
no ingresó en prisión por el acuerdo para no ingresar en ella. Por eso aceptó una condena de dos años y una multa de 1,5 millones, tras devolver a
Hacienda 4.1 millones. Ese fue el balance con el que se saldaron sus
ochos delitos por fraude fiscal. Es el segundo aspecto de relieve: la especialidad del bufete era esa precisamente, la fiscalidad.
En fin, un
daño en la médula, como quien dice, que explica a su vez que algunos de los pesos pesados abandonaran la firma (como
Jesús Mardomingo o Antonio Mardomingo, por ejemplo) y la pérdida de terreno de Cuatrecasas, frente a sus dos competidores, los bufetes
Uría y Menéndez, especializado en mercantil (y más elitista) y
Garrigues, un
todoterreno por actividad.
Cuatrecasas es el
segundo bufete por facturación (270 millones de euros en 2016), pero pierde brío. Creció sólo un 1,5%, frente al el 3,1% de
Garrigues (350 millones en 2016) y el 5,8% de
Uría y Menéndez (222 millones de euros en 2016).
La diferencia crece, no obstante, a la luz de otro criterio: la
facturación por abogado. No se trata de tener un
ejército de abogados como ver el brillo en el trabajo de cada uno de ellos.
Y a esa faceta se une lo demás, el papel emergente de Madrid y menguante de Barcelona, también por el
refuerzo de los últimos años en la capital de España, con fichajes e inversiones.
Prueba de ello es el edificio que el bufete alquiló a
María Reig (millonaria andorrana y amiga de Emilio Cuatrecasas) para la
sede madrileña, aunque el destino inicial de esa instalación era alojar hotel de lujo de la cadena
Mandarin. Cosas de la crisis.
Rafael Esparza