Túneles de Batán, escenario de algunos incidentes
Batán es un barrio de clase media, medio-baja, de Madrid. Y, además, es mi barrio.
Y este es el momento de recordar la historia de Giovanni Guareschi: aquel pueblerino que inventó unas enormes alas para volar. Ayudado por un amigo, se subió al árbol más alto del pueblo y emprendió el innovador vuelo… que acabó cinco segundos después con un formidable batacazo, en el que nuestro inventor se rompió un brazo. Pero ni se preocupó del brazo. Simplemente le dio 1.000 liras al único testigo con la siguiente proposición:
-Por favor, no se lo cuentes a nadie en el pueblo.
Y así ocurrió durante 12 horas, transcurridas las cuales, el amigo apareció por su casa y le devolvió las 1.000 liras con esta advertencia:
-Lo siento amigo pero soy incapaz de callármelo.
Lo que no es admisible es que la justicia llamada garantista se concrete en la ley de la selva, donde el pez grande se come al chico. O sea, lo que ocurre en España ahora mismo
Ahora la historia es similar. Unos menas (sí, presuntamente menores, sin presunción alguna, magrebíes) fueron trasladados por la Comunidad de Madrid a un albergue ubicado en la Casa de Campo, próximo al madrileño barrio de Batán. Desde entones se dedican a golpear a los vecinos, también a una anciana de más 80 años o a un hombre de 30, con técnicas tan sofisticadas como la de golpearle con un ladrillo en la cabeza y romperle el tímpano. Y eso para hacer boca, sin mediar palabra.
Y días atrás, contado, por ejemplo, en el diario ABC, una mujer de 58 años fue asaltada en uno de los túneles subterráneos que cruzan la autovía de Extremadura, por varios menas de aspecto marroquí. Para robarle el móvil, el único objeto de valor que portaba, casi le estrangulan: pudieron ahogarle pero ‘sólo’ la dejaron sin conocimiento.
Ocurre cada día pero cuando el alcalde Almeida (PP) o Rocío Monasterio (Vox) aparecen por allí y exigen a la presidenta de la Comunidad de Madrid (PP) y al Ministerio del Interior (PSOE) que pongan orden, les catalogan como fascistas y, probablemente machistas.
De hecho, a día de hoy, la única solución que veo sería que la violencia gratuita y salvaje de los menas fuera considerada violencia de género. Entonces sí que se iban a enterar de lo que es justicia rigurosa.
Pero esto no es lo importante. Los políticos nunca tienen culpa de casi nada salvo de su cobardía ante las urnas. La culpa, la causa y el mérito, lo bueno y lo malo, siempre es del pueblo. Si el pueblo quiere la injusticia se termina. El problema es cuanto la opinión pública colabora con esa injusticia, o hasta marca el camino injusto al poder. Créanme, la culpa siempre es nuestra, sobre todo en la sociedad de la información, sobre todo en las democracias… aunque sólo sea porque votamos al gobernante injusto y miserable.
A lo que estamos, que es lo que refleja lo que realmente está ocurriendo en España: a nuestra buena ciudadana están a punto de matarle unos menas marroquíes por un móvil pero en sus primeras declaraciones asegura que, aunque ha denunciado el hecho (seguro que, dado nuestro muy garantista sistema, la mera denuncia resultó otro interminable mal trago) no quiere que le tomen por racista. Nada más lejos de su intención, Y que tampoco desea que les devuelvan a su país de origen. Sólo pide que, por favor, no la intentan asesinar de nuevo.
Esa es la actitud popular hoy en España y me temo que, con ella, no cabe solución alguna. O como decía mi madre: sarna con gusto no pica. Bueno, picar, y hasta asfixiar, ya lo creo que sí.
La única solución que veo sería que la violencia gratuita y salvaje de algunos menas fuera considerada violencia de género. Entonces sí que se iban a enterar de lo que es justicia rigurosa
Pero antes de pedir ayuda a la autoridad, garante de nuestras libertades, tenemos que ser nosotros los que valoremos nuestra libertad, por lo menos, un punto más allá de nuestros prejuicios. ¿Significa eso que, quizás por mor del venenoso movimiento ‘black lives matter’, no hay que buscar soluciones para los menas? Sí, pero sin olvidar que no hay paz sin justicia ni justicia sin perdón y que, sin esa justicia reparadora, no hay forma de sembrar la paz. Para ello, el delincuente tiene que pagar por lo que ha hecho. Sea mayor, menor o mitad y mitad. Lo que no es admisible es que la justicia llamada garantista se concrete en la injusta ley de la selva, donde el pez grande se come al chico. O sea, lo que ocurre en España ahora mismo.
Antes Síndrome de Estocolmo, ahora Síndrome del Batán. Y el cambio no es ni legal ni político: el que tiene que cambiar es el pueblo, Por de pronto, menos miedo a la verdad.
O eso, o calificar la violencia salvaje de algunos menas como violencia machista.
Españoles: ¡Despertad! Sin ánimo venganza pero con deseo de justicia.