Que Airbus maltrata a España es conocido, pero es de España, al mismo tiempo, de quien depende invertir ese trato desfavorable, aumentando su posición en el núcleo duro del fabricante o venciendo los recelos del eje franco-alemán, por ejemplo, en los planes de Defensa, aunque poco aclara al respecto Dolores de Cospedal, que dirige ese ministerio.

En plata, inclinar la balanza para que España pinte algo, cosa que no ha ocurrido en la última etapa, la del cuestionado Tom Enders, que seguirá como Ceo hasta 2019, aunque el Consejo de Administración dirá antes de final de este año el nombre del sustituto. Ya explicamos que los franceses aprovechan las acusaciones de corrupción para tumbarlo.

La situación, a día de hoy, es que España no pinta nada en Airbus, en la que tiene, a través de la SEPI, una participación de sólo 4,1%, frente a las de Alemania y Francia (11% cada uno), a través de GZBV y la gala Sogepa.

El desequilibrio entre los accionistas pasa factura: España tiene un 4,1%, muy débil frente al 22% de Alemania o Francia

Esa realidad se traduce en la decisión de recortar a la mitad de la producción del avión de transporte militar A400M, (de 15 unidades a 8 en 2020). Es el modelo ensamblado en Sevilla y objeto de una campaña de calumnias por parte de franceses y alemanes. Y sigue: Enders culpó al A400M de los los malos resultados.

Ese recorte, en fin, deja en el alero el futuro de muchos empleos, del mismo modo que en la divisón comercial, la menor producción del A380, con la que peligran unos 850 puestos de trabajo en otras plantas (Getafe, Puerto Real o Illescas). Es la consecuencia de la falta de pedido, salvada en 2017 gracias al pedido de 26 aviones de Emirates Airlines.

La ausencia de influencia de España en Airbus se mide también en el Consejo de Administración, donde también está arriconada. Tiene derecho a un representante por estar entre los fundadores del fabricante, pero fue sarcástico que el consorcio eligiera para el puesto a Amparo Moraleda, exejecutiva de IBM, para sustituir a Josep Piqué, con la oposición de España. Enders se fió de Pique, que la había recomendado, no de la Sepi y hasta de tres ministros españoles, que habían pedido al grupo que fuera nombrada Belén Romana.

Cospedal adelantó un aumento de las inversiones en Defensa pero esas inversiones siguen congeladas

Pero más doloroso es, en cualquier caso, que no cuente con España para otros proyectos, como el desarrollo del C-295, el avión de transporte táctico. Hay una planta de ensamblaje en España, pero podría ir a India, lo cual es un problema porque sus pistas están mal preparadas. Paradójicamente, Canadá puso como condición  para su pedido que se fabricara en España.

La explicación del aislamiento no es otra que el hecho de que la decisión comercial y el centro de mando están en Alemania. Eso se casa mal, para colmo, con que España sea un buen cliente de Airbus.

Junto a esta palideciente realidad esta la otra, la del Gobierno español. La ministra de Defensa adelantó un aumento de las inversiones militares, para llegar al 2% del PIB, pero esas inversiones siguen congeladas.

La salida de Enders es buena para España, pero España necesita también una estrategia más audaz, que no tiene.