El cine de catástrofes nunca muere. Este comienzo de verano lo estrenamos con San Andrés,  cuyo título alude a la falla geológica que se extiende desde la costa norte de San Francisco al Golfo de California y que convierte los 1.050 kilómetros de ese territorio en uno de los más peligrosos del planeta. Dwayne Johnson ("La Roca") es un experimentado miembro del cuerpo de Bomberos de Los Angeles quien, ante el terremoto de magnitud 9 que se produce en California, viajará desde su ciudad a San Francisco con el objetivo de salvar a su única hija. Lo que desconoce este padre de familia es que va a enfrentarse a uno de los movimientos  sísmicos más graves de la Historia. Nada puede objetarse  a la recreación de esos terremotos e, incluso, de un impresionante tsunami que inunda San Francisco, bien plasmado en la gran pantalla gracias a unos impresionantes efectos generados por ordenador. Igualmente resultan muy logradas las tomas aéreas a través de las cuales vemos panorámicas de poblaciones abatidas por el furor de la naturaleza. Lo que es de lo más simple en este largometraje (dirigido a todos los públicos) es la subtrama humana. Aunque defiende el poder de la unidad familia capaz de superar cualquier prueba, lo desarrolla mediante diálogos y situaciones muy básicas. También está  desaprovechado el personaje del sismólogo que interpreta  Paul Giamatti que, simplemente, advierte de lo que se avecina sin demasiada tensión emocional. Es decir,  San Andrés se limita a ser una película visual y un vehículo para el lucimiento del actor Dwayne Johnson, capaz de comportarse como un héroe (en pantalla) por  tierra, mar y aire. Para: Los que vayan al cine a ver una película sin trascendencia y a comerse un cucurucho de palomitas  Juana Samanes