Tras su comedia agridulce Aprendiendo a conducir, la directora catalana Isabel Coixet vuelve al género que mejor domina: el drama. Tomando como inspiración una serie de personajes reales, Nadie quiere la noche sigue los pasos de una mujer enamorada, Josephine Peary, que quiere reunirse con su marido, el famoso explorador Robert Peary, en el Ártico, y compartir con él la gloria del descubrimiento del Polo Norte. Para esta gesta llegará hasta un aislado y helado enclave donde afrontará, junto con una joven salvaje, el largo y oscuro invierno… Como es habitual en las obras de Coixet (aunque, en esta ocasión el guión es de Miguel Barros) nos encontramos una película de personajes donde no interesan tanto los hechos épicos sino lo que cada una de esas dos mujeres lleva en su interior. Porque, realmente, este drama de supervivencia se centra en la amistad que entablan la esposa  del explorador Robert Peary y esa joven, aparentemente inculta pero generosa, que le dará a la "civilizada" la mayor lección de humanidad y sacrificio. En este relato, de forma sutil, se describe la personalidad arrogante, soberbia y racista de Robert Peary, a quien aman ambas féminas. De ritmo irregular, Nadie quiere la noche ha sido un proyecto complicado de poner en imágenes, puesto que, durante el rodaje en Noruega, algunas escenas se filmaron a más de 20 grados bajo cero. Impecables en sus interpretaciones tanto Juliette Binoche como Rinko Kituchi, llama la atención el hincapié en mostrar el ateísmo del guía Brian Trevor (interpretado por Gabriel Byrne), un hombre que manifiesta que no quiere nada con Dios, ni que se le ponga una cruz en su tumba cuando muera. Para: Los que sigan la trayectoria de Isabel Coixet Juana Samanes